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Érase una vez un humilde entrenador de fútbol, campechano y poco dado a aparecer en la prensa, humilde y simpático, pero que, sin embargo, era prisionero de un sueño: entrenar al primer equipo del Real Madrid. Los presidentes siempre se iban a lejanos países, cargados de presentes carísimos y cheques en blanco "al portador" para contratar a técnicos que hablaban extrañas lenguas. "Al fin y al cabo", se justificaban, "¿no es el fútbol un idioma universal?"... Un buen día, y por esas extrañas circunstancias que tienen la vida y los cuentos de los hermanos Grimm, a Del Bosque se le cumplió su sueño. Y mucho más: una Champions League, la Liga española, su sueldo multiplicado por tres, y ser elegido como uno de los mejores entrenadores del mundo...

Se fue Lorenzo I "el populista" y llegó Florentino I "el tecnócrata" y éste, lejos de amilanarse, adquirió los servicios de los dos mejores futbolistas del mundo: Figo y Zidane. ¿Qué más podía pedir Vicente? Aquello era, sin embargo, un regalo envenenado. El Real Madrid del centenario tenía que golear sin bajarse del autobús, conseguir la novena Copa de Europa, la Liga y la Copa, cuya torneo final se iba a celebrar en el estadio Santiago Bernabéu. Aquella era una apuesta personal del "empresario del año" por el todo o la nada. Y eso que Del Bosque no quiso hincarle el diente a la manzana sin saber antes si ésta tenía un gusano dentro. ¿Lo tenía?

El domingo, al llegar por la noche a su morada, Del Bosque se despojó de la gabardina, dejó las llaves en el hall y entró directamente al salón. Le dolía la cabeza y le molestaba la cadera. Había tenido que aguantar durante toda la santa tarde los improperios de la grada cero de académicos de la lengua instalada detrás de él y, después, las preguntas de la prensa. Por fin, la paz, el sosiego, el merecido descanso del guerrero hasta el entrenamiento de la mañana siguiente. Se tomaría un gelocatil con leche caliente y se zambulliría en la cama. Su hijita de siete años le estaba esperando; sonrió levemente y dijo: "papá... ¿por qué has quitado a Zidane?"
Al preguntarle eso la niña, a la "voz en off" de este cuento se le vino una frase a la cabeza: "ten cuidado con tus sueños no vaya a ser que al final se cumplan". Del Bosque asegura que debajo de la calabaza merengue hay una reluciente carroza, y yo le creo. La pregunta del millón es cuánto tiempo aguantarán a don Vicente. Hay quien dice que Valdano ya ha dicho lo que sigue: "soplaré, soplaré y soplaré y tu despacho derribaré". Pero ese es otro cuento diferente...

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