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Tampoco conviene criminalizar a Johan Muehlegg. El esquiador (español, alemán o apátrida, que sería quizás lo que más satisfaría en las actuales circunstancias al Comité Olímpico Español) ha reconocido que está asustado y necesita ayuda. Juanito me recuerda, aunque por motivos bien distintos, al ex director general de la Guardia Civil, Luis Roldán, concediendo entrevistas desde sólo Dios sabe dónde. Es el hombre más buscado del mundo. Y no creo que sea para tanto. Muehlegg, como sucede con tantos otros, ha sido víctima de la darbepoetina, pero también del "doping psicológico", de la hipnosis a la que se somete al deportista profesional, dispuesto a hacer lo que sea menester con tal de obtener mejores resultados. Y de ese doping, en mayor o menor medida, somos todos responsables. La federación española de invierno, con el beneplácito o la ignorancia (lo que sería mucho peor) del COE y el Consejo Superior de Deportes, le tendieron a Muehlegg un "puente de plata", pero no para que huyera sino para que se refugiara en un círculo hermético, blindado y al margen de cualquier ley.

Existe cierta confusión al respecto con el tema de las sustancias dopantes. Está claro que su utilización atenta directamente contra la Carta Olímpica, pero si el empleo indiscriminado de narcóticos, esteroides, beta bloqueadores, hormonas o diuréticos, no fuera perjudicial para la salud del deportista, seguramente el COI se olvidaría del asunto. Parece chocante, pero los controles se hacen para proteger a los deportistas tramposos de sí mismos. Johan Muehlegg se ha engañado, negándose a aceptar que al final, tarde o temprano, le pillarían con las manos en la masa.

Está pendiente un análisis serio y profundo acerca del problema del doping en el deporte profesional. Vamos a ver: ¿qué habrá podido llevar al ciclista belga Franck Vandenbroucke a almacenar EPO, morfina y clenbuterol en su domicilio? El equipo Domo Farm Frites se ha lavado las manos ipso facto, despidiendo al corredor. Pero Vandenbroucke será seguramente víctima de su propio equipo, que le exige resultados para renovar, porque en caso contrario los patrocinadores se marchan al equipo de enfrente. Es la ley de la oferta y la demanda, la cara más cruel del negocio deportivo.

Muehlegg es, por tanto, un claro ejemplo —como sucede con Vandenbroucke— de deportistas dopados psicológicamente. Necesitan saltar más, correr más deprisa, resistir durante más tiempo, porque se encuentran dentro de un circulo vicioso y terrible, un circulo provocado por el bombardeo mediático diario. Ha sido así desde la era precolombina, en la que los incas mascaban hojas de coca en sus ritos y luchas. La gran diferencia es que ellos sabían cuando parar a tiempo.

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