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Juan Manuel Rodríguez

El campeón de los antipáticos

Durante un par de años dirigí un programa de radio que se llamaba "Motor en acción". Aquello suponía una liberación para quien, como era mi caso, se tiraba horas y más horas hablando sólo de fútbol. El mercado del deporte está definitivamente mal distribuido, pero, como rezaba aquel eslógan de unos grandes almacenes, "el cliente siempre tiene razón". También en la radio. Ahora puedo reconocer que utilicé aquel espacio como terapia: hablando de la Fórmula Uno, de las motos y el trial, liberaba la tensión. ¿Por qué? Muy sencillo.

A las doce llamaba al último fichaje guatemalteco del Rayo Vallecano, un tipo que todo el mundo sabía que no iba a jugar ni un minuto en toda la Liga. El representante te daba todas las facilidades del mundo y concertaba una entrevista para las dos; luego, en directo, ¡te salía el buzón de voz! ¿Cómo era posible? ¿Había dicho que sí o había dicho que no? ¿Qué carajo había dicho el representante del guatemalteco? Por la tarde llamaba a la casa del campeonísimo Angel Nieto (ya saben, 12+1 Mundiales de motociclismo) ¡y cogía él mismo el teléfono! A las ocho y media el gran Nieto estaba como un clavo en el programa. Y así hasta el infinito con Marc Gené, Pedro Martínez de la Rosa, Carlos Checa, Fernando Alonso, Adrián Campos, Jordi Tarrés y un larguísimo e inacabable etcétera. Unicamente me topé con una negra excepción: Alex Crivillé.

Sólo entrevisté a Crivillé en una ocasión a lo largo de más de cuatrocientos programas y fue sorteando tantos y tantos cordones de seguridad, esquivando tanta parafernalia que, sinceramente, no me quedaron ganas para más. Mis compañeros lo siguieron intentando por mí, pero reconozco que yo acabé saturado de Crivillé, de la novia, del entrenador, de la moto y, si me apuran, hasta del casco. Desconozco cómo sería Alex antes del Mundial de 500 cc --el único piloto español que lo ha logrado-- o cómo se comportará en familia (seguro que será un hijo ejemplar, eso no lo pongo en duda), pero Crivillé resultó ser el campeón universal de los antipáticos.

Ahora Alex lleva un par de años sin dar pie con bola y tras sufrir dos caídas consecutivas en el Gran Premio de Alemania habla, por primera vez, de bajarse definitivamente de la moto a sus 31 años. Haga lo que haga, ya logró un hito que será difícilmente repetible para nuestro deporte. La cilindrada de 500 era, hasta que llegó el piloto español, un coto vedado para estadounidenses y australianos. Él rompió esa racha gracias, en parte, a la retirada de Mike Doohan. Sin ánimo de pasar ninguna factura (ahora se encargan de todo los bancos), pero sin dejar de pensar que Crivillé ha sido un número uno también en antipatía, le deseo que acierte con su decisión.

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