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Juan Manuel Rodríguez

El César de la calle Jabugo

Perpetuo Lopera quiere ser el niño en el bautizo, el novio en la boda y el muerto en el entierro. Hace falta ser mentecato (en el sentido literal de la palabra: tonto, falto de juicio, de flaco entendimiento) para presentarse a altas horas de la madrugada en una fiesta de Halloween organizada por su plantilla. Mucho más para sacar al entrenador de la cama y, como Hernández y Fernández, salir pitando de la calle Jabugo con dirección al chalet de Benjamín, el cabeza loca del Betis. Está claro que Perpetuo quiere pasar a la historia como el sheriff andalusí de la Quebrada del Buitre, el Wyatt Earp verdiblanco. Nadie más rápido al sur del Pecos que Perpetuo. "Sevilla es muy pequeña para los dos, forastero". Yo soy la ley y el orden, la calle es mía.

La sorpresa es morrocotuda al echarle un vistazo a la clasificación de Primera. El Betis, ¡que acaba de ascender de Segunda División!, es sexto con 17 puntos, a uno del Valencia, a dos del Barcelona y a tan sólo tres del líder, el Deportivo de La Coruña. ¿Que los jugadores son tan horteras como para celebrar Halloween? ¿Que quieren ir por ahí vestiditos de esqueletos con una calabaza hueca, pidiendo caramelitos o montándoselo con una diablesa? ¡Adelante! ¿O es que Perpetuo piensa que su poder alcanza también a la testosterona del vestuario? ¿En qué lugar queda Juande Ramos? De acuerdo que el entrenador se está limitando a hacer, y muy bien, su trabajo, pero ya quedó como un mamporrero en el "caso Cuéllar", y ahora, de nuevo, parece Torrente, el brazo tonto de la ley que impone Perpetuo. ¿De verdad le importa el Betis a Lopera, o se importa sólo a sí mismo?

Otra cuestión. ¿Qué jugador está marcando las diferencias tras pasar los últimos tres años inadvertido, en blanco?... Denilson. El brasileño está desatado (buena parte de culpa tendrá, probablemente, la presencia del Mundial), es un ciclón, el sustento ofensivo del equipo sevillano. Hoy, tras el episodio de la madrugada del miércoles al jueves, Denilson se ha enfrentado con sus aficionados, mientras que el resto de la plantilla ha tenido que salir protegida por la policía. Al salir Juande, los aficionados le gritaban: "¡Dales caña!". "¡Don Manué, oe, oe, oe!" (esto último es de cosecha propia).

De acuerdo que el club es suyo. El dinero es suyo. Los directivos son suyos. Las porterías son suyas. El balón es suyo. Las botas son suyas, y por aquellos lares le admiten "pulpo" como "animal de compañía". Pero no hay cosa que más reviente a un futbolista que le traten como menor de edad. Ya lo intentó Gil y el tiro le salió por la culata. Al final serán los jugadores quienes tengan que ganar para el Betis. ¿Importa eso? No, si uno es fundador de una nueva corriente política, una religión, el "perpetuoloperismo". O César o nada.


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