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Juan Manuel Rodríguez

El ejemplo de la "dinamita roja"

La selección española va a terminar convirtiéndose en la ONG "Salvemos al Fútbol". ¡Si hasta los propios periodistas noruegos nos dan las gracias por haberles eliminado! Tal es el hartazgo que tienen por aquellos lares con ese lamentable "X" de patadón y tentetieso que practican los Flo y compañía. Espero que no se le suba demasiado a la cabeza a Ángel María Villar y ahora no le pida más pasta a Gómez Angulo por desatar la alegría internacional en el nombre de España. ¡Sólo faltaría! Y, después del sufrimiento que hemos pasado ante los trigésimonovenos del mundo, también espero que ahora no haya quien piense que nos vamos a llevar la Eurocopa de calle. Aunque soy pesimista. Y también Iñaki Sáez, con quien tenía ocasión de charlar hace unas cuantas horas. Aquí se pasa del tormento al éxtasis en cuestión de unos pocos segundos.
 
Debe existir un término medio. Después del 5-1 ante los noruegos tiene que haber un punto intermedio entre aquellos que siguen queriendo arrastrar a Iñaki Sáez por la terminal internacional de Barajas hasta colgarle como a Richard Harris en "Un hombre llamado caballo" y aquellos otros que ya nos ven en el estadio de La Luz disputando la final. Según los apostantes, España no aparece entre las favoritas para ganar el torneo y esa es una magnífica noticia. En 1984 tampoco contábamos para nadie y llegamos a la final contra Francia. Son aquellas selecciones que sorprenden llegando desde atrás las que acaban teniendo más éxito, y ahí está la prueba de Dinamarca en 1992. Ese debe ser nuestro ejemplo a seguir en Portugal, el ejemplo de la "dinamita roja".
 
En cuanto al seleccionador, yo sigo apostando por Iñaki Sáez. Me parece un tipo fundamentalmente educado y que no hace distingos entre "medios afines" y "medios hostiles". Demasiada factura pagó ya nuestra selección a lo largo de los seis años de mandato de Clemente y la última etapa de Camacho como para tomarla ahora con un entrenador que –hasta la fecha y con mayor o menor agonía– ha cumplido con los objetivos.
 
Por último (y para cerrar por ahora el capítulo de la selección) parece que Valerón demostró que es un futbolista completo. Hubo opiniones para todos los gustos y una, muy extendida por cierto, apuntaba a la sorpresa que suponía la alineación de un jugador inteligente y de toque sutil en un campo de minas como el de Oslo. Me pareció entender que aquellos que defendían con uñas y dientes a Valerón le hacían un flaco favor al dejar entrever que él sólo podía jugar al fútbol con una temperatura de veinte grados centígrados. Sáez defendió a Valerón a su modo, otorgándole la responsabilidad de colocar el último pase en un césped en malas condiciones. Le dijo "¿no eres un jugón?... Pues juega". Y lo hizo, vaya que si lo hizo.

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