Menú

Zinedine Zidane es un futbolista un poco "machadiano" si se me permite la expresión. Sí, porque si el grandioso poeta andaluz hubiera querido escribir "caminante, no hay camino se hace camino al correr", lo habría escrito y punto, ¿qué problema habría tenido don Antonio?, ninguno. Pero no, Machado lo que escribió fue lo siguiente: "Caminante son tus huellas el camino y nada más; caminante, no hay camino se hace camino al andar". Ojo, "al andar" y no "al correr". Por eso decía que el francés Zidane es, quizás sin tener él mismo consciencia de ello, un futbolista un poco "machadiano", porque Zizou no corre sino que se desliza, sobrevuela por el césped del estadio Santiago Bernabéu, va y viene, viene y va paseando en una suerte de trance mientras el resto –pobres cabras locas, pollos sin cabeza– suben y bajan por la banda, estragados por un fútbol que no se encuentra definitivamente a la altura de las circunstancias, al menos no a la altura de las circunstancias del francés Zidane.

Y yo que pensaba que al fútbol se jugaba corriendo y cuanto más deprisa mucho mejor. Creía, infeliz de mí, que al fútbol se jugaba galopando y que quien no admitía esa dictadura simplemente perdía. Había olvidado el sentido del juego hasta que Zinedine Zidane me puso un ejemplo práctico anoche contra el Deportivo de La Coruña. Andando marcó el primer gol. Andando, y girando su pierna hasta ponerle a Ronaldo un balón perfecto al retortero, regaló el segundo. Andando equilibró él solito el centro del campo de todo un Real Madrid. Y andando a cámara super lenta, como el Neo de la película de los hermanos Wachowski, se marchó del campo tras sufrir un "bocadillo", dejando huérfano por unos instantes al galáctico campeón de Europa.

Me resistía a creerlo, y ello a pesar de que Johan Cruyff insiste mil veces en que debe correr la pelota y no el jugador. El domingo lo vi claro por primera vez. Zidane estaba acompañado por los mejores futbolistas del mundo y aún así sólo él era capaz de interpretar el juego deslizándose. Figo encaraba una y mil veces, cambiándose compulsivamente de banda. Raúl sufría en el campo. Ronaldo, a lo suyo, esperaba las dos galopadas que promedia por partido. Roberto Carlos se montaba en su Harley brasileña y Zidane, mientras tanto, bailaba un vals con el balón. Creo que era "El bello Danubio Azul" de Johann Strauss, pero no me hagan mucho caso. La próxima ocasión prestaré atención también a la música.

En Deportes

    0
    comentarios