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El ortodoxo Camacho ha querido aprovechar la concentración de la selección española para dejar bien claro, a través de sus gestos, que no seguirá tras el Mundial del año 2002. Me siento un poco desasosegado (incluso me atrevería a decir que traicionado), ya que defendí con vehemencia la candidatura del técnico de Cieza como sustituto de Javier Clemente y porque, tras dos años y medio, siento que se ha perdido lamentablemente el tiempo en zarandajas. Lo cierto es que, advirtiendo el parón liguero y quien sabe si excitado tras ver la película del oscarizado Russell Crowe, Camacho se ha lanzado a la arena cual tracio murciano, apuntando con su espada a todo el que se mueva, "¡Salve periodistas, el que va a sentar cátedra os saluda!"

Dejaré de lado el que haya llamado "ignorantes" a todos aquellos que, lícitamente y sin faltar a nadie al respeto, hayan opinado que a nuestra selección le falta un patrón claro de juego, un DNI deportivo. El domingo en El Tirachinas, Camacho jugó a la contra (por cierto, ese sería un sello tan bueno como cualquier otro para nuestra selección) aduciendo que Italia, por ejemplo, practica el famoso catenaccio desde la época de nuestros bisabuelos. El argumento es falaz pero, sin pretender tampoco darle muchas más vueltas al asunto, yo preguntaría lo siguiente: ¿Y qué estilo de juego ha tratado de imponer Camacho en los últimos 30 meses?

Zidane se preguntaba el otro día cómo era posible que los clubes españoles dominaran en Europa y la selección no diera una a derechas. La reflexión es tan lícita como cualquier otra y creo que el debate está abierto. ¿Será porque nuestros extranjeros son los mejores del mundo, pero los nacionales no están a la misma altura? No creo; Raúl, Mendieta, Hierro, Casillas, Morientes, Guardiola, etcétera son futbolistas de categoría internacional, apetecibles para cualquier equipo italiano o inglés. ¿Entonces qué?

El miércoles, España juega contra Francia, actual campeona del mundo y de Europa. No vencemos a nuestros vecinos desde el 18 de febrero de 1981, hace más de veinte años. José Antonio Camacho no tiene ninguna responsabilidad en eso (al menos no como seleccionador), pero el partido contra Francia es una magnífica piedra de toque para ilusionarnos de nuevo. Pero sin mítines, por favor.

Admiré al futbolista Camacho y, durante un tiempo, al Camacho entrenador. Espero recuperar mi fe en este hombre que llama al pan, pan, y al vino, vino. Pero nuestro seleccionador hace muchas preguntas y ya va siendo hora de que se le responda con idéntica sinceridad. ¿Para cuando el buen fútbol? ¿Para el 2003? Mi ferviente deseo es que no haya que esperar tanto tiempo.

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