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Juan Manuel Rodríguez

Entrando por Magnolia Lane

Lo mismo que dije en su momento sobre Manolo Santana lo suscribiría para Severiano Ballesteros, Ángel Nieto o Federico Martín Bahamontes. A todos ellos habría que erigirles un monumento porque lucharon a brazo partido en una época mucho más heróica que la de ahora. Bahamontes se marchaba a retar a los franceses cuando el mero hecho de cruzar la frontera ya merecía por sí solo un "maillot" amarillo de regalo. Con Nieto sucedía tres cuartos de lo mismo. Durante mucho tiempo, nuestro deporte vivió gracias a los impulsos individuales de hombres geniales; las bocanadas de aire que nos ofrecieron por aquel entonces sirvieron para alimentar la ilusión de muchos chavales que jugaban, por ejemplo, "a ser Manolo Santana".

El próximo jueves empieza en Georgia el Masters, probablemente el torneo de golf más prestigioso del mundo junto al Open Británico. Ambos torneos los ganó en su día Severiano Ballesteros que, como el resto de "quijotes" deportivos anteriormente citados, se introdujo por las bravas en un mundillo que parecía hecho para los anglosajones. La importancia de Seve no radicó exclusivamente en su rosario de triunfos históricos sino que su irrupción, su aparición en la escena deportiva internacional, implantó el golf (deporte hasta ese momento desconocido) en nuestro país. 25 años después de su debut en Augusta, la gente habla en corrillos de su "handicap" como si de tal cosa, y no es extraño ver al vecino del quinto derecha vistiendo ese pantalón a cuadros que le vio por la tele a Greg Norman. Eso, sin contar la proliferación de campos en España; o lo que es lo mismo: Ballesteros creó escuela.

Severiano ganó el Torneo de Maestros en 1980 y 1983; la primera vez que entró por Magnolia Lane (la carretera que da acceso al campo) pensó que algún día ganaría aquel campeonato. En el año de su debut no pudo acabar entre los treinta primeros y la victoria fue para Jack Nicklaus; por detrás de él, empatados a golpes ¡Arnold Palmer y Gary Player! (entre los tres suman trece Masters). Aunque el gesto de Ballesteros que más recuerdos me trae a la memoria es el del Abierto Británico del 79, corriendo a abrazarse con su hermano.

Severiano lleva cuatro años sin pasar el "corte" en Augusta. Es igual. Da lo mismo. El primer capitán no británico de la Ryder Cup se merece una calle con su nombre, un homenaje diario. Quién sabe si hace veinte años Sergio García no agarró su primer palo tras ver a Ballesteros en la televisión. Hoy el "niño" es un ciclón, una megaestrella publicitaria, un pelotazo mediático que tiene que madurar. Seve lo hizo venciendo a Tom Watson y compañía. Y eso marca para toda la vida.

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