Ya estoy en 81,500. Nueve kilos, desde aquellos 90,500 que me atormentaban. Porque no es cierto que exista un gordo feliz, salvo el Buda del restaurante indio que hay en la esquina de mi casa. Ese sí, ese aparece dichoso y contento, orgulloso de sus kilos de grasa acumulada. Pero es más falso que el beso de Judas. El resto de los gordos del mundo no somos felices, no, qué va, ni mucho menos. Ni siquiera Charles Laughton era feliz, y eso que era un actor extraordinario; pero nunca pudo acceder a los papeles que le daban a Cary Grant por apuesto, sino que tuvo que conformarse con los del gordo. El gordo es infeliz por naturaleza, porque sólo puede vestir de gordo y porque suda la gota –gorda, claro– al subir las escaleras. Ya he contado en alguna otra ocasión que no resulta nada agradable eso de estar gordo porque el mundo es de los delgados. Todo el mundo quiere estar delgado, y el que ya lo está quiere ser perfecto y convertirse en Dorian Yates o King Kamali, los reyes del gimnasio.
Cuando uno adelgaza (y no hablo ya del ciclista suizo Jean Nuttli que se ha quitado ¡55 kilos!) surge otro problema, el de la flaccidez, porque cuando uno elimina de su organismo muchos kilos todo se desmorona, la carne cae y cae como un castillo de naipes quedando como un puente colgante. Y ahí aparece la palabra mágica: ¡gimnasio!... Sigo recibiendo la revista Muscle & Fitness, un amplio muestrario de "cuerpos danone". Algunos de sus titulares de portada me resultan muy graciosos, muy "woodyalinianos". Por ejemplo: "Musculate a la fuerza" o "Maestros de la masa". El que más me gusta es "Come como un rey". Y luego están los nombrecitos de las bebidas y complementos vitamínicos. Hay una que está concentrada en aminoácidos y enriquecida con lipotrópicos como la colina o el inositol. Existe una proteína que incrementa la síntesis proteica y reduce el catabolismo muscular, fomentando al mismo tiempo el balance de nitrógeno positivo. El "Night Muscle Stack" ¡desarrolla los músculos mientras duermes!... Un mundo apasionante.
Conozco amigos míos que se encuentran en un estado físico envidiable y que, sin embargo, están permanentemente angustiados. Una angustia, supongo, muy similar a la que tiene el gordo por dejar de serlo, pero en su caso incomprensible. A Dios pongo por testigo de que jamás ingeriré (conscientemente) algo que se llame inositol. Ya pasé por el trago de admitir el famoso "bifidus activo", pero ni uno más. Es esta de los gimnasios y los entrenadores personales una moda muy americana, muy "yankee". Ellos crean los problemas con la "comida basura" y a sus gordos –y a los nuestros– se los solucionan. A eso le llamo yo una economía de mercado en condiciones. El músculo será para quien lo trabaje. Yo, por ahora, tengo suficiente con estar en 81,500.
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