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Juan Manuel Rodríguez

Fontaine pone el dedo en la llaga

Fontaine dice que todo el mundo pone al rugby como ejemplo del perfecto "fair play", pero la verdad es que, siendo eso cierto, los jugadores están además informados de qué castigo inmediato y matemático tendrán sus protestas: diez metros.

Están tan preocupados Joseph Blatter y Lenart Johansson en acusar a los clubes del G-14 de antidemocráticos que se han olvidado de su negocio; se han olvidado del fútbol. Y hay que reconocer que algunos motivos sí que tienen para este violento acceso de amnesia que les ha surgido. Confieso que la perorata de Johansson todavía me tiene alucinado. Si el fútbol, "incluso el fútbol profesional", es una "escuela de vida que aporta esperanza, basada en el respeto y la disciplina" y en la que el dinero no es lo más importante, ¿a qué viene tanto escándalo porque Jean Louis Dupont, en representación del G-14, haya decidido iniciar un pleito de 860 millones de euros por los daños sufridos por los clubes en los últimos diez años?

La reflexión que llevan a cabo los dieciocho clubes más importantes del mundo es tan simple y contundente como ésta: si el Mundial de Alemania va a generar unos ingresos aproximados de 2.500 millones de euros, ¿cómo es posible que nosotros, que ponemos el ingrediente fundamental del espectáculo, no percibamos nada de nada?... Johansson tendría que haber concretado un poquito más y aclarar que a él lo que no le importa es el dinero de los demás porque el suyo lo tiene en una caja de caudales con siete cerrojos. Y duerme con las siete llaves colgadas al cuello. Pero dejemos que Dupont les busque las cosquillas a FIFA y UEFA.

Acabo de leer en Don Balón un interesante artículo de Just Fontaine. No creo que el francés sea dudoso al respecto. Fue máximo goleador del Mundial de 1958 (el que supuso la irrupción de un jovencísimo Pelé) con trece goles, récord que aún hoy, casi medio siglo después, nadie ha conseguido superar. El exámen autocrítico que tendrían que hacer Blatter o Johansson lo hace en este caso un ex futbolista profesional. El titular de su artículo es "Mucho que aprender del rugby", y en él Fontaine aporta algunas ideas interesantes. Por ejemplo, ¿por qué no castigar las continuas y cansinas protestas al árbitro con el adelanto de diez metros de la falta? Fontaine dice que todo el mundo pone al rugby como ejemplo del perfecto "fair play", pero la verdad es que, siendo eso cierto, los jugadores están además informados de qué castigo inmediato y matemático tendrán sus protestas: diez metros.

Por otro lado, Fontaine habla también de los agarrones que se producen dentro del área. Es verdad que se han convertido en una mala costumbre, y si el árbitro tuviera que señalizar cada uno de los agarrones que se producen cuando, por ejemplo, se va a lanzar un saque de esquina, no pararía de pitar penalties. Los colegiados han terminado por mirar hacia otro lado porque, de lo contrario, todos los partidos acabarían 12-10. Nuevamente el fútbol podría imitar al rugby. ¿Cómo? Fontaine propone una "touche" entre ataque y defensa. Los defensas se colocarían en la línea de seis metros y los atacantes en la de once metros, pudiendo moverse sólo cuando el balón estuviera en juego. Just Fontaine pide, por último, la aplicación al fútbol de todos los sistemas electrónicos que puedan contribuir a aclarar las cosas. Si es cierto lo de la "escuela de vida", que muevan el trasero ya. Aunque, por lo que sabemos, lo que obsesiona ahora mismo a Blatter no es la modernización del fútbol sino la ropita ajustada de las jugadoras. Cuanto más ceñidita mejor, ¿verdad picaronzuelo?

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