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Algunas tribus indias huían de los fotógrafos como del mismo demonio, convencidas como estaban de que aquel arma infernal te arrancaba el alma aprovechando un descuido tras el cegador fogonazo. Nuestros políticos son poco comanches en ese sentido y, al contrario que les ocurría a los antiguos indios americanos, no sólo no rehuyen, sino que guiñan al fotógrafo para que él, a su vez, les guiñe a ellos y capte su imagen que saldrá publicada al día siguiente bajo unos enormes titulares. De ser cierta aquella superstición, nuestros políticos serían unos desalmados. No tendrían espíritu, pero sí fotografía. Nosotros, aquí, ya tenemos la nuestra: Villar, Gómez Angulo, Rajoy y Pedro Tomás, en el Ministerio del Interior tras charlar de sus cosas que en realidad tendrían que ser las nuestras. Foto sí, soluciones no. Y así nos luce el pelo.

Jorge Valdano, votante moral de Toni Blair, buscó el otro día su particular "tercera vía" para erradicar la violencia del fútbol: la "integración". Ya me hubiera gustado a mí ver, a eso de las once de la noche del pasado 1 de mayo, al director deportivo del Real Madrid "integrando" al fulano que arrancó una papelera y la estampó contra el escaparate del "Vips" del Paseo de la Habana. La siguiente "cornada moral" me la dio Toni Fidalgo, portavoz de la Liga de Fútbol Profesional, al decir que antes que culpar al fútbol habría que erradicar "la violencia de la sociedad". El mismo soniquete de siempre, las mismas pocas ganas de ponerse manos a la obra. Hasta que haya un "muñeco".

Fue sin embargo el Ministro del Interior de mi país quien acabó por hundirme en la miseria. Dice Rajoy: "Ya me gustaría que las personas detenidas ingresaran de manera inmediata en prisión", refiriéndose al hecho de que los violentos detenidos tras el Real Madrid-Barcelona estuvieran ya en la calle, luciendo palmito y esvástica. ¿Al Ministro le gustaría? ¿Es que no puede? Pues si el Ministro del Interior no puede, encerrémonos en nuestras casas bajo siete llaves cuando haya partido. Y que nadie llame al timbre.

Me gusta el fútbol. Tanto como puedo aborrecer la violencia que se produce a su alrededor. Me gusta el fútbol, pero no me gusta que la gente del fútbol evada su responsabilidad y mire hacia otro lado. Mucho menos me gusta que nuestros políticos se sientan impotentes. Quiero integrar a todo aquel que se deje, y exijo poder acudir libremente a ver un partido sin que me tengan que decir eso de "¡cuidado ahí afuera!"... Son estadios de fútbol, no estados de fútbol. Tenemos fotografía, pero ninguna solución. Porque, entre ustedes y yo, que quieran mandar los domingos a los radicales a la comisaría es como para mondarse de la risa.

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