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Juan Manuel Rodríguez

¡Fotografíeme con Alemany!

Las fotos con Salvador Alemany han subido una barbaridad en la bolsa electoral culé. Da igual que fuera en 1984, cuando el Barcelona perdió en Ginebra la final de la Copa de Europa contra el Banco di Roma italiano; o diez años más tarde cuando aquel club yugoslavo con nombre de bolsa de palomitas (el Pop 84) se impuso al equipo que por aquel entonces dirigía Maljkovic, uno de los inventores del "karate press", el "catenaccio" del fútbol. Salvador siempre estuvo allí y naturalmente presenció la victoria del Palau Sant Jordi que acabó con veinte años de sinsabores y amarguras. Las fotos con Alemany cotizan hoy al alza para cualquiera de los diez precandidatos a la presidencia del club, por encima de la firma de Ronald Koeman en un contrato o una palmadita en público de Johan Cruyff. Los holandeses han descendido al segundo y tercer puesto por detrás de este hombre discreto, callado y trabajador que ha sabido gestionar con maestría la segunda sección en importancia del Fútbol Club Barcelona. Lo que se preguntan ahora los socios es qué ocurriría si en vez de dirigir la segunda sección, Alemany se hiciera cargo directamente de la primera.

Aunque todo el mundo (muchos son los llamados pero pocos los elegidos) está tratando de coger la zona para atrapar el rebote, parece que Alemany se decantará finalmente por la candidatura de Lluís Bassat que es la que más opciones tiene de ganar las próximas elecciones. Salvador Alemany es el "anti Gaspart". Vamos, en realidad es el "anti Gaspart", el "anti Reyna" e incluso el "anti Núñez", y sin embargo les ha sobrevivido a los tres. ¿Será por el olfato especial que se atribuye a todos los banqueros?

El éxito del Barcelona en la "final four" sólo ratifica el hecho de que Salvador Alemany pase a formar parte de la próxima junta directiva azulgrana. La entidad bancaria que le paga ("La Caixa") le quiere dentro para cuando empiece a reorganizarse el caos económico originado en años anteriores. Alemany, seguramente conocedor de la fauna con la que estaba conviviendo, quiso marcar siempre distancias entre el baloncesto y el fútbol. Y su trabajo no se vio el domingo sino que lleva rindiendo frutos hace ya mucho tiempo. Por eso sus fotos valen hoy lo que valen. Incluso una instantánea en la trágica final de París-96, cuando un tapón ilegal le dio injustamente al Panathinaikos griego la Copa de Europa. Las del año 2003 se pagan a precio de oro en el mercado negro porque pueden valer cuatro años de mandato en uno de los clubes más poderosos del mundo.


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