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Juan Manuel Rodríguez

Fuegos artificiales de los chicos de Arminio

¡Mira que si se vieran obligados a tirar de árbitros de inferior categoría salarial y resultara que tienen más conocimientos y están mejor preparados que sus millonarios colegas!

Repasando la lista de asistentes a la reunión del otro día en el Consejo Superior de Deportes lo que me extraña no es que los árbitros amenazaran con la huelga que les toca en abril, no. Lo que me deja verdaderamente perplejo es que, inmediatamente después de concluida esa reunión, no estallara la III Guerra Mundial. De un lado, Angel María Villar y Joan Gaspart. Del otro, Jaime Lissavetzky. Nada bueno podía salir de allí. Y nada bueno salió salvo la petición que el secretario de lo que nos queda de Estado para lo que nos queda de Deporte le hizo al presidente de la Federación Española de Fútbol para que impidiese la huelga arbitral. Se traen un tejemaneje importante entre estos dos caballeros. Lissavetzky no se fía ni un pelo de Villar, y Villar le toca las narices a Lissavetzky mandándole por delante las pocas naves que todavía le quedan sanas. Y desde el bajel arbitral Victoriano Sánchez Arminio, fiel hasta la muerte al hombre que le puso ahí por el artículo 33, ordena a su tripulación que apunte sus cañoncitos de cartón piedra contra la Liga de Fútbol Profesional.

Acabo de ver en televisión a un crecidísimo Alfonso Pérez Burrull creyéndose de verdad su papel de sindicalista arbitral, como si todavía hubiera alguien en España que pensase que van a hacer huelga este fin de semana. O, lo que sería mucho peor, como si todavía existiera alguien en España que no supiese que los 600.000 euros de marras constituyen sólo una burda excusa y que los árbitros se limitan a obedecer órdenes del de arriba. No creo que la intervención de Burrull pase precisamente a la historia de los diez programas más vistos de la televisión. Yo, sinceramente, le he prestado poca atención. No recuerdo haber visto saltar al sindicalista después de que Sánchez Arminio les quitase la internacionalidad a sus compañeros Daudén Ibáñez y Pérez Lasa. El "pecado" de sus colegas consistió en negarse a firmar un documento pidiendo la destitución de López Nieto y Martín Navarrete como miembros del Comité de Designación.

De acuerdo, llamémosle morbo. Tengo morbo por saber cómo podría el Comité de Competición cerrarle el campo a un equipo de Primera División tras el "cochinazo" del Nou Camp. Y lo mismo me pasa con esta patética amenaza arbitral. Tengo morbo por saber qué sucedería si los árbitros españoles no fueran simples muñecos de un guiñol que maneja otro y tuvieran los arrestos suficientes para llegar hasta el final. ¡Mira que si se vieran obligados a tirar de árbitros de inferior categoría salarial y resultara que tienen más conocimientos y están mejor preparados que sus millonarios colegas! Es una verdadera lástima que los fuegos sean artificiales.

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