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Como no sé exactamente sobre qué escribir, y a la espera de que el seleccionador Camacho hable sobre el portero Molina antes de que se decida a hacerlo una de las momias del Museo de Guanajuato o, en su defecto, Van Gaal se traiga en patera deportiva a su nueva remesa de holandeses-B del Ajax de Amsterdam, "contextualizo" a otros y listo, a otra cosa mariposa. Como los "contextualizados", totalmente ajenos a mi pequeño hurto –guárdenme este secretillo–, son más brillantes que servidor, mucho más elocuentes, suele quedarme una columna hermosísima, tirando a corintia, con su capitel en forma de campana invertida y todo. Aprovechando una anécdota contada con maestría por Eduardo Galeano, hoy me ha dado por reflexionar acerca de la auténtica revolución, que no es la de la imprenta, y mucho menos la francesa, ni tampoco la de Internet, sino la del fútbol. Por fin la revolución mundial pendiente, como pretendía el Che.

El "contextualizado" Galeano cuenta en un librito titulado "El fútbol a sol y sombra" que Emilio Butragueño salvó la vida de un español en apuros. Según recuerdo que leí, o que oí en boca del propio Galeano, un compatriota nuestro se encontraba ante un pelotón de fusilamiento cuando, desesperado, gritó: "¡Soy español!"... "¿Español?", dijo el jefe de los militares. "¿Real Madrid?", volvió a preguntar... "¡Sí, sí, Real Madrid, estadio Santiago Bernabéu!"... "¿Butragueño?"... "¡Eso es, Butragueño... El buitre!"... "Soltadle", dijo, y el español salvó su vida en el último minuto de la prórroga. De no ser cierta, la anécdota merecería serlo. Es probable que el peso de la púrpura de saber que tu nombre, cual "ábrete Sésamo", salva vidas a miles de kilómetros condujera a Emilio, sólo Dios sabe bien por qué extraños resortes, por el dudoso y poco nutritivo camino de ingerir arroz hervido a todas horas del día.

La anécdota, esta sí mucho más fresca, se repite con el sosias de Emilio, el laureado Raúl González Blanco. Viajaba la expedición española hacia Corea cuando, como es preceptivo, el comandante del avión pidió permiso para aterrizar a la torre de control. "¿De dónde vienen?"... "De España"... "¿España?... Me lo deletrea por favor"... "S-P-A-I-N"... "¿Vienen ustedes al Mundial? ¿Trasladan algún equipo de fútbol?"... "Sí, llevamos a la selección nacional española de fútbol"... "¿Va Raúl a bordo?"... "Efectivamente, con nosotros viaja Raúl"... "O.K... Feliz aterrizaje". Por eso viajaba en "Gran Clase", aunque siempre nos quede la duda de qué habría sucedido si Camacho no hubiera convocado al delantero del Real Madrid.

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