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Me acuso de haberme perdido el "maltazo" en vivo y en directo. Hoy hace diecisiete años que la selección española de fútbol llevó a cabo una de sus mayores gestas deportivas. Estaba en juego la clasificación para la Eurocopa, y un servidor se fue tranquilamente a la boda de unos amigos porque la misión era imposible. Había que meter once goles para lograr el billete hacia Francia; de acuerdo que nuestro rival era Malta, pero once goles no se le marcaban por aquel entonces (mucho menos hoy) a nadie, ni siquiera al arco iris. Era por tanto una entelequia, más aún si teníamos en cuenta que quien esperaba era la todopoderosa Holanda, con una federación dispuesta a repartir viajes a los canales de Amsterdam a quien se pusiera por delante. Cuando los "futboleros" salimos de la "discoteque" (también llamada "boite" por aquellos tiempos) para respirar un poco de aire puro, abandonando por unos instantes el "chunda-chunda" de Lionel Ritchie, nos quedó esa sensación de "me-lo-he-vuelto-a-perder" que tarde o temprano nos invade a todos en una u otra circunstancia. Ya no recuerdo cuántos goles iban, pero sí tengo grabada la imagen de la gente apiñada en los bares hipnotizada por la televisión.

La heroicidad se llevó a cabo en el estadio Benito Villamarín (¡mucho más bonito que el Ruiz de Lopera, dónde va a parar!), y con el público cómplice de Sevilla siempre fiel al combinado nacional. Los "artistas" fueron Santillana, Rincón, Sarabia, Señor, Maceda, Gordillo... aunque quien peor lo pasó fue Buyo que encajó en la primera parte un gol que parecía alejarnos definitivamente del Campeonato de Europa (¿que no son suficientes once? ¡Pues doce!). La selección estuvo imparable, y quien sabe si asistimos en ese momento al último capítulo de la famosa furia española. Holanda se quedó con un par de narices, y su televisión pública emitió una "mosca" con un arbolito de Navidad del que únicamente colgaban bolas de color negro. Estaban de luto riguroso.

No recuerdo una cosa igual, pero por si acaso cuando ahora me invitan a una boda, bautizo o cumpleaños llevo en el coche mi televisión de cristal líquido y mi radio-cassette. Los milagros vuelven a estar muy caros, exactamente igual que aquel 22 de diciembre de hace diecisiete años. Pero si se repite yo no me lo perderé otra vez.

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