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Juan Manuel Rodríguez

Hoy soy un turco de Esmirna

Hoy soy turco. Tengo un pequeño negocio de venta de electrodomésticos en una de las calles más céntricas de Esmirna. Es fiesta nacional porque mi selección juega contra Brasil. Echo el cierre y me voy al bar de mi amigo Izmir, un kurdo viejo, acérrimo seguidor del Galatasaray, que hace mucho tiempo que convirtió el fútbol en su segunda religión. Empieza el partido. Brasil juega bonito, pero nosotros a lo nuestro... Arriba tenemos a Hasan Sas y Hakan Sukur que van a dar guerra, eso seguro. Con disciplina mantenemos un empatito a cero, y en esas estamos cuando, al filo del descanso, Basturk le da un pase medido a Sas que no se lo piensa dos veces y fusila a Marcos. Izmir se sube por las paredes —"¡Champagne para todos, invita la casa!"— sale corriendo como un loco a besar la calva de Sas, serio y firme en un póster pegado con celofán en una de las cámaras frigoríficas. Nos vamos al descanso con el 0-1. Increíble.

Sólo aguantamos cinco minutos de la segunda parte. Rivaldo, un genio, se la da a Ronaldo, otro genio, que la cruza. Recber no puede otra cosa que no sea mirar cómo el balón cruza la línea de gol. Empate a uno. Pero resistimos. No nos descomponemos y los brasileños, brillantes como siempre, empiezan a ponerse nerviosos. Faltan cinco minutos para el final del partido cuando Luizao, que ha sustituido a Ronaldo, le gana la espalda a Alpay y éste tiene que agarrarle de la camiseta. A Luizao le faltan dos metros para entrar en el área, pero al surcoreano Kim Young-joo le da lo mismo. Pita penalty, y Rivaldo logra el definitivo 2-1. A Izmir casi le da un vuelco el corazón, pero yo —que soy más frío— me detengo en una imagen del palco que me ofrece la televisión: Joseph Blatter (fair play ¿no?), Joao Havelange y Pelé. ¿A cuantos jugadores turcos saludó el presidente de la FIFA? Que se sepa, hizo los honores con Ronaldo y Roberto Carlos, que no son originarios de Estambul precisamente.

Hoy soy turco, porque esta canción ya me la conozco. Antes el pianista era Havelange, y ahora es Blatter quien toca la guitarra, pero la letra sigue siendo la misma: Brasil tiene que pasar. Soy un turco de Madrid. Recuerdo el 1 de junio de 1986. Estadio de Jalisco. Jugábamos contra Brasil y Míchel el famoso "21"— marcó un golazo por toda la escuadra. El balón botó claramente dentro, ¡vaya que si botó!, pero allí estaba el australiano Christopher Bambridge para certificar justo todo lo contrario. Del 0-1 se pasó al 1-0 como hoy, dieciséis años y dos días después de aquella condena mejicana, se pasó del 1-1 al 2-1. ¡Así!... ¡Zas!... Bambridge cumplió su papel, igual que hoy sucedió con Young-joo. ¿Fair play?... Ja-ja-ja.

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