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Eso del espíritu olímpico es una pamplina maquinada por un noble. El barón de Coubertain era un idealista que, al formular su, a todas luces injusto, "lo importante es participar", exigía de los deportistas un plus de estoicismo que no se pide al resto de seres humanos. ¿Hay alguien que piense que al inconmensurable Ralph Fiennes le sentó bien perder en 1993 el oscar al mejor actor secundario? El premio estaba cantado, y sin embargo la Academia decidió entregárselo al insípido Tommy Lee Jones. Si yo hubiera sido Fiennes -que tras aquella monstruosidad fue apagándose poco a poco- habría hecho un sonoro corte de mangas a los académicos, mandando al carajo el famoso espíritu olímpico. Camilo José Cela me pareció mucho más honrado cuando dijo aquello de que el premio Cervantes estaba "cubierto de mierda". Don Camilo estaba molesto porque no se lo habían dado, y cuando al fin lo recibió sufrió un ataque agudo de amnesia repentina. Todo muy humano y alejado del espíritu olímpico. ¿A quién le gusta perder?

Para Jorge Valdano resulta muy sencillo subirse al carro de Coubertain. Cuando dice que "no se le puede pedir más a quien lo da todo", lo hace desde la óptica del director general deportivo de un club de fútbol con un presupuesto de 25.000 millones de pesetas. Valdano puede permitirse el lujazo de salmodiarnos a todos, y es que don Jorge Alberto cobra mucho más (300 millones de pesetas netos por año) que la mayoría de futbolistas de Primera División. Para José Miguel Echávarri, director del equipo ciclista Banesto, es muy fácil darle toda la razón a Valdano porque él ha ganado un Tour de Francia con Pedro Delgado, y otros cinco más con Miguel Induráin. Así, cualquiera se apunta al "lo importante es participar".

A ningún perdedor que yo conozca se le ocurre decir que lo importante es participar. Imagínense que a Miroslav Djukic le hubieran preguntado, nada más fallar el famosísimo penalti contra el Valencia, y hubiera respondido: "Ya, ya, pero como solía decir el famoso barón de Coubertain, lo realmente importante es participar... ¿Dónde queda su espíritu olímpico, señor Lendoiro?". Por eso Pierre de Coubertain se inventó lo del espíritu olímpico. Por eso, y porque él era un barón.

Jacques Rogge, el sucesor de Samaranch en el COI, va a tenerlo mucho más difícil con el presidente ruso Vladimir Putin, notable espía y judoka experto. A Putin le importa un bledo el espíritu olímpico, y lo que quiere es ganar más medallas que los Estados Unidos. Ahora está empeñado en que los jueces boicotean a sus deportistas en beneficio de los americanos. Y puede que tenga razón. Por eso los Juegos de Salt Lake City se tambalean. En plena recesión económica, a los rusos sólo puede aliviarles superar a los EEUU en el medallero invernal. Coubertain, Samaranch, Rogge, Valdano y Echávarri nunca lo comprenderían porque ellos son los triunfadores. Los perdedores están en la barricada de enfrente.

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