Si hace tan sólo una semana Arrigo Sacchi hubiera dicho simplemente la verdad no habría quedado tan desacreditado como lo ha hecho, pero el "never, never, never" ha quedado instalado en este nuevo Real Madrid. Sacchi mintió cuando dijo que confiaba en "Mariano Remón", y lo más gracioso del caso es que sabía que nosotros sabíamos que él estaba mintiendo. Mintió para no meterse en demasiados líos, consciente como era de que, entre él y Emilio Butragueño, pondrían a funcionar la maquinaria en cuanto nos diéramos la vuelta. La confianza inquebrantable en aquel "hombre de la casa que estaba realizando un fenomenal trabajo" se transformó, por arte de "birli birloque", en la contratación de un nuevo entrenador, el sorprendente Vanderlei Luxemburgo.
Butragueño sabía que Mariano García Remón no podía ser ni de lejos la mejor opción del Real Madrid para su banquillo, pero aún así la defendió a capa y espada. Cuando este jueves por la mañana anunciaba el fichaje de Luxemburgo también sabía que ésta no es tampoco la mejor opción, ni siquiera la mejor forma de hacer las cosas. El problema del Real Madrid no es de entrenadores sino de planificación, preparación y sensatez. Saltaba a la vista que García Remón no iba a ser el "nuevo Del Bosque", pero nadie podía esperar tampoco que le pusieran tan pronto el cascabel al gato. Luxemburgo no tiene ni una sola característica que le convierta en el hombre idóneo para entrenar al Real Madrid: no conoce el club, nunca ha salido de Brasil y llega a mediados de temporada a un fútbol que no tiene nada que ver con el que él domina. Su tetralogía de "disciplina, unión, trabajo y profesionalismo" suena a hueca. Es otro parche. Un impulso más en lo del "librillo tecnificado".