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Juan Manuel Rodríguez

La fórmula del millonario

La Fórmula Uno, pretenciosa hasta en el nombre (porque luego vienen la dos, la tres, la cuatro...) se ha convertido en una carrera para millonarios, hijos de papá a los que no atrae la presidencia del país pero si correr sin límite, melena al viento y sin el estorbo de esas molestas señales de tráfico. En este sistema de castas de la velocidad, los "parias" son aquellos pilotos que habiendo demostrado su categoría no cuentan con los "padrinos" necesarios. Martínez de la Rosa es uno de esos "parias del volante". La puñalada trapera de Arrows lo corrobora, y eso que el español tuvo –como todo el mundo– que pagar para sentarse en el monoplaza, aunque después de pasar por taquilla demostró su profesionalidad. Pedro viajaba a Inglaterra el 26 de enero para hacerse el asiento del "A22", y hace tres días se enteraba de que Walkinshaw fichaba al brasileño Enrique Bernoldi para echarle a él. Y en la F-1 no está permitido el "auto stop".

De acuerdo que Bernie Ecclestone ha organizado un club para fumadores (sólo quien tiene pase, pasa); pero esa selectividad que sólo pueden costearse Ferrari o McLaren convierte a los deportistas en meros subasteros, lo que en el argot se conoce como pay pilot. Si el dinero fuera siempre acompañado por la calidad no habría nada que objetar, pero sucede que en muchos casos no es así y el "circo" acaba siendo un Mundial sólo para cuatro o cinco; para el resto se convierte en una gymkhana para yuppies, un divertimento para la beautiful people.

Sólo cuando el patrón Ecclestone encuentra un diamante –hay que ir buscando nuevos ídolos– le permite saltarse las barreras dinerarias, publicitarias y geográficas (porque no es lo mismo ser británico o alemán, que haber nacido en España o Portugal); es el caso de Fernando Alonso: el asturiano corre tan rápido que es imposible negarle nada.

En 2001 pagarán pilotos como Button o Mazzacane; resulta innecesario decir que también lo hará el sucesor de Martínez de la Rosa, el jovencísimo Bernoldi. Otro brasileño, Pedro Diniz, se mantuvo en la competición gracias al dueño de la cadena de hipermercados más grande de su país: o sea, papá. Si en España queremos ver a compatriotas nuestros luchando por la pole position habrá que ponerse manos a la obra y crear una escudería nacional. De lo contrario, la fórmula del millonario se alargará por tiempo indefinido. El dinero no caduca, mientras que al aficionado de a pie sólo parece importarle que al final suene el himno de su piloto preferido.

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