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Cegados por el tuerto y obsoleto "tic" machista andábamos buscando con auténtico ahínco al sucesor de Miguel Indurain. Sucesor masculino, claro, un heredero hombre, macho y requetemacho porque a nadie se le ocurriría nunca que una mujer pudiera ganar el Tour de Francia. Las cosas han cambiado mucho y para bien; no digo yo que no haya todavía por ahí suelto algún troglodita que sostenga que la mujer tiene que estar en la cocina y, a poder ser, con "una pata quebrá". La situación es otra también en el deporte y tras la incorporación al mercado de trabajo la mujer ha dado el salto al fútbol, baloncesto, tenis o ciclismo. Yo me acuso de no haber visto a Joane Somarriba hasta hace sólo algunos días; ella estaba allí desde hacía mucho tiempo y sin embargo no la veía. No supe darme cuenta de que teníamos entre nosotros a una auténtica "Induraina".

Joane ha logrado el décimo maillot amarillo en París. Conseguirlo no es moco de pavo, todo lo contrario. Martín Bahamontes, Luis Ocaña y Pedro Delgado obtuvieron uno cada uno; luego llegaría aquella máquina trituradora de fabricación navarra llamada Indurain, irrepetible, casi sideral, que logró otros cinco de una tacada. Con su éxito de este domingo Somarriba ha conseguido superar a los tres superclase anteriormente citados y ha conseguido también que nos tomemos en serio el ciclismo femenino profesional (para lograrlo tuvo que emigrar a Italia desde el equipo Hotel Txaguritxua).

Recuerdo que en uno de los "Tirachinas" del mes de julio invité a los estudios centrales de la Cadena Cope al seleccionador nacional de fútbol femenino y a tres de sus jugadoras. Fue una conversación muy productiva y ellas tuvieron la ocasión de defender su suerte. Lo hicieron con uñas y dientes aunque al día siguiente alguien me dijera: "¡Media hora con el fútbol femenino!... ¿No te pasaste un poco?" Yo creo que me quedé inevitablemente corto porque además estoy seguro de que la gran revolución deportiva del siglo XXI será la integración de la mujer en parcelas que parecían acotadas para los hombres.

¡Aleluya! ¡Ya tenemos sucesor para Indurain! Si me lo permiten, desde mi feminismo confeso, el sucesor perfecto porque además de esprintar, subir y bajar, es mujer. Por fin podrá descansar tranquilo Abraham Olano, atosigado por la alargadísima sombra del ciclón de Banesto. Podrá dormir en el regazo ciclista de Joane siempre y cuando se lo permita su marido, Ramontxu González Arrieta. El amarillo de Somarriba tiene otro aire, un no sé qué. Le queda bien a nuestra Induraina de Guernica.

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