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La Liga de Fútbol Profesional vuelve a las andadas y amenaza (¿a quién?) otra vez con un parón en Primera y Segunda División. Pedro Tomás -sí, el mismo que se mostraba orgulloso por haber puesto en marcha el pasado agosto un organismo u organillo para controlar el gasto de los clubes cuando la deuda con Hacienda rondaba ya los ¡trescientos millones de euros!- apela al sentido de la responsabilidad del Gobierno para que negocie con los clubes. ¿Y cual es la otra opción propuesta por los clubes?... La huelga.
 
Y digo yo que la respuesta del Gobierno (Mariano Rajoy, que era su interlocutor, está ahora ocupado en otras materias más importantes) debería ser la siguiente: primero pagad y luego parad. O simplemente parad, pero hacedlo ya, más tarde habrá ocasión para renegociar con tranquilidad la deuda. ¿Qué es lo que piensa exactamente Pedro Tomás que pasará en España si se para la Liga? ¿Se nos abrirán las carnes? ¿Dejará de girar la tierra? ¿Las siete plagas? ¿La maldición de Damien? ¿Dejará de brillar el sol? Quizá para él, que se debe a ese negocio, sí sea así, pero no para el resto de ciudadanos quienes, por cierto, o cumplen con el erario público o tienen graves problemas.
 
¿En qué quedó aquel fantasmagórico ofertón de "Phedra Sport" por los derechos televisivos de la Liga? ¿Dónde están sus avales? De aquella historia nunca más se supo y la LFP, que ya amenazó con un plante en agosto, hubo de conformarse con la "limosna" de 88 millones al año de Sogecable. El problema es que el fútbol televisado sigue siendo un negocio ruinoso salvo cuando participan Real Madrid o Fútbol Club Barcelona. Son dos clubes y la Liga la constituyen cuarenta y dos. Pedro Tomás es más tonto de lo que pienso si cree realmente que en diciembre (con unas elecciones generales en marzo) algún miembro del Gobierno va a fotografiarse con él para anunciar públicamente que el Estado hace con el fútbol lo que no hace con el resto de ciudadanos españoles. ¿Que quieren parar? Que paren. Pero primero que paguen... ¿o no?
 
Pedro Tomás quiere seguir viviendo con Campanilla, feliz y dichoso. Pero los tiempos del ratoncito Pérez pasaron para todos (infelizmente, añado yo, porque aquello de encontrarse veinte duritos bajo la almohada únicamente porque se te cayera un diente estaba muy bien) y ya no volverán. Tampoco volverán para don Pedro, ejecutivo profesional (o sea, que cobra) del fútbol que pretende ahora que en España florezcan cuarenta millones de ratoncitos Pérez, Gómez y Rodríguez. Y él de flautista de Hamelin. ¡Menudo cuento!

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