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Juan Manuel Rodríguez

La maldición de Ali Sami Yen

Primeros conatos de enfrentamiento entre Vicente del Bosque y Jorge Valdano. Como dirían en el argot boxístico, el director deportivo del Real Madrid ha empezado a hacer sombra tras la derrota ante el Galatasaray turco. Podría parecer que la mano derecha de F.P. no quiere que el entrenador se duerma en los laureles de su renovación, y que éste tampoco quiere que se le desmande el “gallinero” tras un partido que ha generado demasiadas dudas a propósito del estado físico e incluso psicológico de algunos jugadores.

Sigo pensando que el Madrid es favorito para jugar de nuevo la final de la Champions League. Y no es imposible que su rival en dicho encuentro sea el Valencia, con lo que se reeditaría el encuentro de la temporada pasada. Pero la confianza de Valdano en el trabajo de Del Bosque (no es ningún secreto) es tan frágil como el “papel cebolla”. El argentino quería a otro entrenador, pero el éxito continuado de Vicente le contuvo en sus pretensiones. No es bueno echar a alguien que gana (ahí está el ejemplo de Radomir Antic en su etapa madridista) y hasta la fecha Florentino Pérez no puede tener motivos de queja.

Al final del encuentro en el infiernillo del Ali Sami Yen, Valdano no se recató a la hora de hablar de problemas tácticos. Los hubo, desde luego. Pero lo que alimenta ese comentario de Jorge es la debilidad de su confianza en la labor del actual entrenador. Todo el mundo sabe que el sueño del presidente –que Del Bosque sea el Fergusson merengue– es una entelequia, y que el banquillo del Madrid no es el del Manchester United.

Tras Valdano saltaron las “vacas sagradas” del vestuario, y aquello me recordó mucho a épocas pasadas en las que las cosas no iban nada bien en el Real. Figo calificó de lamentable el juego del equipo, y Roberto Carlos le saltó inmediatamente a la yugular. No me extraña que Vicente del Bosque (que tiene el colmillo retorcido) quiera cortar por lo sano y recuperar el espíritu de la “gran familia” con el padrino, Chencho y el abuelo.

La maldición de Ali Sami Yen va más allá. No nos habla de una derrota, sino de cómo se produjo ésta; y también de las consecuencias que está trayendo para un vestuario que parecía pacificado. Claro que en el fútbol, la paz llega sólo a base de victorias. Con la derrota, si te he visto no me acuerdo.

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