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Juan Manuel Rodríguez

La piel sobre el terreno de juego

Antes no, pero ahora cuando un futbolista me dice que van a dejarse "la piel sobre el terreno de juego", visualizo la escena, lo cual resulta francamente desagradable. Once pieles tendidas al sol "sobre el terreno de juego", y sus respectivos esqueletos dando saltos por ahí, con sus duodenos, sus tráqueas, sus glándulas suprarrenales, sus sacros y sus uréteres colgando, al aire. Dice Miguel Pardeza, ahora convertido en conferenciante, que la limitación en el lenguaje del futbolista responde a una suerte de autocontrol, una contención debida al "qué dirán". El "ratoncito" era muy poco explícito cuando jugaba, había que arrancarle las palabras con un sacamuelas, y sin embargo ahora está convertido en un comentarista de postín. Yo creo, sin embargo, que también tendrán su parte de culpa (y yo el primero) quienes preguntan. Los periodistas deportivos nos hemos adocenado, provocando en nuestros entrevistados respuestas grises, planas, siempre las mismas. Tuve un compañero que bautizó ese tipo de contestaciones como el "piloto automático". El relax es total. Pones el piloto y a vivir, y a viajar por las ondas hertzianas que son sólo dos días.

Probemos. Pregunta: "¿Habéis ganado un punto o habéis perdido dos?". Respuesta: "Ahora mismo, todo lo que sea sumar es bueno para el equipo". Pregunta: "¿Qué os ha dicho el míster en el descanso?". Respuesta: "Que era el momento de echar el resto". Pregunta: "¿Habéis echado ya vuestras cuentas?". Respuesta: "Hay que ir partido a partido". Pregunta: "Tres goles... ¿qué has pensado?". Respuesta: "En mi familia y en esta maravillosa afición que se lo merece todo". Y la definitiva... Pregunta: "¿Fue penalti?". Respuesta: "La verdad es que desde mi posición no se ha visto claramente". No me moriré sin preguntarle a un jugador, nada más terminar un partido, lo siguiente: "¿Por qué crees tú que la gente confundirá a Al Pacino y Robert de Niro, si no se parecen en nada?".

Jorge Alberto Valdano fue quien vio mejor que nadie dónde estaba el negocio. Un día le vieron con Historia de Mayta bajo el brazo, y desde ese preciso instante pasó a ser el intelectual del grupo, el tuerto en el país de los ciegos. De ahí a la dirección de empresas y al Real Madrid como "no-se-sabe-bien-qué". Pero Valdano lee a Saramago. Hace tiempo que nadie me contesta con un gastronómico "pondremos toda la carne sobre el asador". Antes no, pero ahora cuando un futbolista me dice eso, visualizo la escena: estoy en las Dehesas de Cercedilla, alimentando el fuego de una barbacoa. "¿Cómo quieres las chuletas?"... "Vuelta y vuelta". Mi amigo Fortunato (¿dónde estará el bueno de Fortuno ahora?) prepara unas gachas para chuparse los dedos, y alguien me ofrece una bota de vino fresco. Huele a eucaliptos y estoy a punto de volverme a enamorar.

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