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Juan Manuel Rodríguez

La visión de un fútbol imaginario

Yves Saint-Laurent se retira porque "el marketing ha dado la espalda a la creación". El autor de la blusa de tul transparente y la línea safari dice adiós tras permanecer cerca de cincuenta años en el mundo de la alta costura. Leo a María Vela Zanetti decir que al modisto le define el valor de "sobreponerse a la enfermedad de quererlo todo salvajemente ordenado". Una reflexión paralela a la de Cesare Maldini, ex seleccionador italiano de fútbol, que, a propósito del jugador Zidane, asegura que hay que tener una "enorme fuerza moral" para superar un momento tan delicado como el que atravesó el Real Madrid al principio de esta Liga.

Saint-Laurent es de orígen argelino, como lo fue el Nobel Albert Camus ("todo lo que sé de moral se lo debo al fútbol"), y el propio Zizou. Y tengo la sensación de que, también en el caso del genial centrocampista, la suya es una batalla para superar con sus movimientos intuitivos el reduccionismo que supone el "orden salvaje" y esquemático de una pizarra, esos 4-4-2 ó 4-3-3 en los que al final tratamos en vano de escurrir este deporte.

Nada más llegar al estadio Santiago Bernabéu hubo algún mercachifle que exigió que Z.Z. confeccionara un "Mondrián" nada más sacar el balón de centro, otro "blazer" genial llegando al descanso, una túnica con un pecho descubierto en el último minuto del partido. Supongo que es a esa "fuerza moral" a la que se refiere Maldini, la misma que empleó el futbolista más caro de la historia (a su pesar) para superar la incomprensión y el desconocimiento. La que empujó a Zidane a seguir confiando en su intuición creativa, su olfato, su "corte". Al igual que Saint-Laurent, Zinedine urdió hace tiempo su propio mundo imaginario. Allí se mueve como un pez en el agua porque también ignora lo real. Lo único que importa es su visión, muy superior a la del resto. Eso fue, al fin y al cabo, lo que Florentino Pérez, cual mecenas deportivo, se aventuró a alquilar (porque no puede comprarla) para hacer a su club más grande si cabe.

No recuerdo una agresión a la lógica deportiva mayor que cuando un bodoque tuvo la osadía de afirmar que Zinedine Zidane "ralentizaba al Real Madrid". Lo paraba tanto como, antes que él, pudieron hacerlo en sus respectivos clubes Johan Cruyff o Diego Maradona. Se podría criticar su estado físico de forma, pero nunca su visión única, irrepetible y genial. La visión de un fútbol al margen del fútbol mismo. Un mundo imaginario que no cabe en el raquítico 105 x 68 que recomiendan en la FIFA.

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