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A Frank Sinatra le conocían como "la voz". Escuchando "My way" o "It was a very good year" con la tranquilidad que la ocasión se merece, mecido por "Moon river", a uno no le queda el menor resquicio de duda sobre el merecimiento de dicho apelativo. Sinatra es un clásico, como lo son también Tony Bennet o Charles Aznavour. Ya no quedan voces como aquellas. Tampoco orquestas. Pero permanecen el VHS, los "dat", el MP3, el cassette, el MD y, llegado el caso, hasta el vinilo para poder retenerles con nosotros.

Me acabo de enterar hace cinco minutos del fallecimiento de Juan José Castillo, maestro de varias generaciones de periodistas y una de las voces de la radio española por antonomasia. Crecí y me cultivé con Juan José Castillo, aunque fue presenciando en directo un "Estudio Estadio" conducido por Matías Prats cuando me convencí del todo que el periodismo era lo mío. Vayamos por partes.

La voz de Juan José Castillo estará siempre vinculada al tenis. Cuando me ponía delante del televisor sabía que me iban a interpretar aquel partido. Blanco y negro. Tierra batida. Estoy viendo a Manolo Orantes jugándosela con Borg, y escucho la voz: "entró, entró". No querría volverme demasiado melancólico pero aquello no tenía nada que ver con las actuales trasmisiones, planas, sosas. Escucho a Andrés Gimeno y me entran unas ganas locas de ponerme el pijama y enterarme del resultado al día siguiente, por la prensa escrita. Aquel "entró, entró" te daba la vida. Si lo decía el profesor, la bola había entrado. Sobraba el juez de silla. Los jueces de línea no tenían nada que añadir al respecto. Entró. Punto.

Héctor Quiroga me continúa llevando al baloncesto. Ya no está con nosotros, pero su voz me saca todavía un billete para el torneo de Navidad. Sigo viendo a Mirza Delibasic dando un pase "a la remanguillé", por la espalda, sin mirar, y al antiguo pabellón en pie, aplaudiendo a rabiar. Veo el España-Yugoslavia de Los Angeles-84, a Juanito Corbalán dando otra lección magistral y a Fernando Romay colocándole un "gorro" a Jordan en la final.

La voz de mi amigo Héctor del Mar me conduce a la calle Zurbano, la casa en la que vivía mi abuela. Los domingos "tomaba" una de las habitaciones y me quedaba allí con "hacha brava", "sandokán", el "hombre invisible"... Recuerdo que una noche quise irme a dormir sin escuchar el final de un Real Madrid-Oporto, partido de semifinales de la Copa de Europa. De hecho me metí en la cama, pero la voz de Héctor no me dejaba conciliar el sueño y tuve que levantarme de nuevo (al final ganó el Madrid, con un golazo de Goyo Benito).

La voz de Juan José Castillo no se apagará. Porque la bola entró definitivamente y porque me convenció para dedicarme a esto... ¡va por usted, maestro!

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