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Juan Manuel Rodríguez

Los corderos arbitrales

No hablan los árbitros, no, sino que lo hacen sus intermediarios, los enviados del Comité. Los árbitros no se enfangan porque el debate no tiene el suficiente nivel para que ellos se rebajen. Y eso sí que puede pasarles factura

Lo primero que conviene decir es que el Comité Técnico de Árbitros se pasa por el mismísimo arco del triunfo el artículo 20 de la Constitución Española, así de claro. Resulta muy decepcionante tener que leer a Pino Zamorano, español y mayor de edad, diciendo en el diario Marca lo siguiente: "No puedo hablar, ni siquiera para defenderme"... No puede hablar, ¡ni siquiera para defenderse!... Uno no acierta a comprender cómo los clubes de fútbol pueden dejar en manos de estos "Pinos", que se dejan amordazar y que consienten con las orejas gachas este auténtico sometimiento, la responsabilidad de dirigir partidos en los que se juegan tantos intereses.
 
Pareciera como si los árbitros estuvieran por encima del bien y del mal, por encima del mundanal ruido que se monta, allá abajo, a lo lejos, entre directivos, jugadores, futbolistas, aficionados y periodistas. Este planteamiento nos llevaría a deducir que los árbitros se tienen a sí mismos por una casta superior, una sociedad al márgen, una organización secreta. No hablan los árbitros, no, sino que lo hacen sus intermediarios, los enviados del Comité. Los árbitros no se enfangan porque el debate no tiene el suficiente nivel para que ellos se rebajen. Y eso sí que puede pasarles factura.
 
El hombre elegido para arbitrar el próximo Real Madrid-Barcelona, un partido de la máxima trascendencia, ha sido el Jefe de Recursos Humanos de la empresa Seur, el señor Ramírez Domínguez... ¿Tendremos que fichar por Seur para conocer sus opiniones en los aledaños de la máquina del café?... Ojalá acierte en todas y cada una de las decisiones que tome, pero, de no ser así, ¿tendríamos que convertirnos en émulos de Gunter Wallraf, adentrándonos en el complicado mundo de la mensajería?...
 
Estoy harto de oir a Sánchez Arminio o Díaz Vega. Me tienen hasta las mismísimas narices y no quiero que me expliquen nada, no me interesa, paso. Si Pino y Ramírez Domínguez son lo bastante mayorcitos para arbitrar un partido de fútbol de Primera División, han de serlo también para explicar sus decisiones, errores y aciertos. Si optan por no dar la cara, lo más probable es que se la partan. Y lo tendrán bien merecido. Porque, a excepción del Comité Técnico de Árbitros, el resto sí solemos disfrutar del artículo 20 de nuestra Constitución.

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