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Juan Manuel Rodríguez

Los hijos de Louis salen del armario

Hace tiempo que nos hicimos eco aquí mismo del nacimiento de la asociación "Los cien hijos de Joe Louis", un grupo de pintores, actores, directores y escritores que pretenden rearmar intelectualmente al deporte del boxeo. En el madrileño Círculo de Bellas Artes se presentó "Cuadrilátero", publicación bimestral que dirigirá el escritor Carlos Bardem y que supondrá un nexo de unión con los miembros del club y, por extensión, un "gimnasio" (parafraseo al propio Bardem) donde reunir periódicamente a todos los aficionados. Tras la presentación de "Cuadrilátero" se proyectó la película "Cravan vs Cravan", de la que igualmente hablamos aquí hace algunos días. El filme de Isaki Lacuesta conecta mejor que cualquier otro esos dos escenarios: el creativo y el físico, los olores de la tinta fresca sobre el papel en blanco y del vaho de las duchas tras el espectacular combate.

Los hijos de Joe Louis, ya sean cien o un millón, quieren recuperar una tradición perdida; al contrario de lo que nos han pretendido inculcar en España en los últimos treinta años, el deporte que más apoyo intelectual ha tenido tradicionalmente ha sido justamente el boxeo. Y a las pruebas pienso remitirme. Probablemente la más espectacular y reciente haya sido la de Norman Mailer, eterno premio Nobel de literatura y que inició su brillante carrera literaria fajándose en el periodismo deportivo. El fue privilegiado testigo del combate entre Mohamed Ali y George Foreman en Zaire, y relató mejor que nadie aquellos instantes previos en los que, poco antes de saltar al ring, los preparadores de Ali rezaban para que no mataran al gran campeón. "¿Qué os pasa?... Voy a ganar este combate". Y lo ganó. Y Mailer lo escribió mejor que nadie.

La historia de Mailer será quizás conocida por los aficionados, pero a lo mejor la gente desconoce que Julio Cortázar era un gran aficionado del boxeo. En "La noche de mantequilla" el gran escritor argentino cuenta la historia del combate entre Carlos Monzón y "Mantequilla" Nápoles en París.

Cortázar admiraba a Mohamed Ali y a Charlie Parker a partes iguales. Otro grande (en todos los sentidos) involucrado con el boxeo fue Ernest Hemingway. Aquel mastodonte de un metro noventa, atlético y vital, no sólo escribió y habló de boxeo sino que incluso llegó a practicarlo. "Los cien hijos de Joe Louis" tratan de rescatar nuestra memoria perdida; durante mucho tiempo, demasiado, el boxeo estaba de modé, marginado por el stablishment. Los herederos de Louis, hartos, han decidido salir por fin del armario, y gritar a los cuatro vientos: "Sí, nos encanta el boxeo. ¿Y qué?".

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