El 4 de julio de 1919, en el primer combate radiado de la historia, Jack Dempsey, conocido como "el martillador de Manassa", tumbó siete veces –¡siete!– en el mismo round (el primero además) a Jess Wilard en Toledo, (Ohio) en lo que más tarde sería conocido popularmente como la "carnicería de Toledo". Luego Willard, supongo que para justificarse, argumentó que Dempsey había espolvoreado el vendaje con "emplaste de París" y más tarde había echado agua con objeto de endurecerlo al máximo. Lo del emplaste no se puede confirmar, pero sí lo último: los puños de Dempsey, que sería el primer púgil en cobrar una bolsa de un millón de dólares, debían estar duros como dos piedras con garfios.
Sin querer tomar partido por nadie, yo sinceramente no me creo que a Dempsey le hiciera falta recurrir a ninguna treta oculta para pegarle una paliza a Willard. De hecho, existe una buena explicación para las espectaculares siete caídas de Willard a la lona que quizás llamen mucho la atención al lector que no haya presenciado el combate. En 1919, cuando un boxeador tumbaba a otro, el árbitro no paraba la pelea para iniciar cuenta alguna. En las imágenes de Toledo puede observarse cómo Dempsey, tras tumbar repetidamente a Willard, persigue por todo el ring a su rival igual que haría un lobo con un conejo para, cuando éste trata en vano de ponerse en pie, volver a golpearle con el consentimiento del árbitro que lo sigue todo de cerca. Eso ahora no sucedería jamás. Y es que las reglas del boxeo, como todo en la vida, fueron evolucionando también.