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Juan Manuel Rodríguez

Madrid, capital de las gatas

La labor de juez en un Mundial de gimnasia rítmica tiene que resultar muy estresante. Si me tocara a mí, apretaría el botoncito del "diez" hasta el infinito, no se me ocurriría levantar el dedo ni para ir a merendar. ¿Se imaginan? "Diez para esta"... "Diez para la otra"... "Diez para la de más allá"... Ya estoy leyendo los titulares del día siguiente: "El juez español se volvió loco durante la celebración del Mundial de gimnasia rítmica que se viene celebrando estos días en Madrid". Vamos a ver si alguien me lo puede explicar: ¿cómo es posible castigar a una niña con "0.20" porque se la acaba de caer la pelota durante un ejercicio perfecto se mire por donde se mire? ¿"0.20"? Así que la chavala lleva cuatro años de su vida sin comer, sin salir por la noche con los amigos, sin vivir ¡y la castigan con "0.20"! No me extraña que necesiten un psicólogo a su lado. Me parecen todos ellos jueces de la horca, hombres y mujeres sin piedad.

Me llama la atención que, a pesar de que las españolas ya "piten" en este deporte, continúen siendo sin embargo los países del Este los que controlen el campeonato. Rusia, Bielorrusia, Bulgaria, Ucrania... Alina Kabaeba será la reina del Mundial porque además de perfecta resulta elegante, felina en cada uno de sus movimientos. Y es muy joven, tiene sólo dieciocho años. Hace cuatro falló un ejercicio con "Carmen", la ópera de Bizet, como fondo musical, y el otro día reconocía que, lejos de tomarle manía a la cigarrera más famosa del mundo, colocó su coro como sintonía en el teléfono móvil. Bella, impecable e inteligente... ¿Y vienen ahora a molestarme con el "0.20" de marras?

Me parece muy bien que cerremos las fauces del "Moby Dick" del fútbol que todo se lo tragan, para pararnos a admirar el arte de las "gatas" Utiasheva, Bessonova, Tkachenka o Yerofeeva. Y, por ende, para animar y admirar a las nuestras, encabezadas por Almudena Cid que está haciendo lo que puede contra tanta rusa perfecta. Me viene a la cabeza la "novia de Montreal", la diminuta Nadia Comaneci, que acabó con todas las décimas imaginables al conseguir los primeros siete "dieces" de la historia. Con aquella no se atrevieron y eso que medía sólo 1,53. Fue demasiado incluso para los jueces modernos de la horca, hombres y mujeres sin el más mínimo rastro de piedad decimal.

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