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Acaba de publicarse "El nuevo dardo en la palabra", (editorial Aguilar, 2003) obra del profesor Fernando Lázaro Carreter y continuación de aquel otro "El dardo en la palabra" que tan certero y justo –también un poquito humillante, por qué no reconocerlo así– resultase para los que nos dedicamos a la radio deportiva. Y la verdad es que el ex director de la Real Academia de la Lengua tendría que tener hacia nosotros idéntica relación a la que, sin ir más lejos, adquirí yo mismo hacia la triste figura presidencial de Joan Gaspart, una suerte de conexidad entre quien no para de dar y aquel que no hace más que recibir en un toma y daca muy desigual. Echo en falta al principio del libro una dedicatoria, algo así como "para el periodista deportivo, arsenal inagotable de dardos con los que tirar a la diana".

Pero ya le advierto al profesor que lucha contra un tirano mucho más fuerte de lo que él pueda creer, un dictador a quien sus dardos sólo pueden hacer esbozar una ligera sonrisa, un "pero ¿estaba usted ahí?"... Otra cosa bien distinta sería si don Fernando emplease en esta desigual batalla algunos cientos de misiles "tierra-aire", en cuyo caso la cuestión adquiriría otro cariz bien distinto. Pero... ¿dardos? Ni hablar, esos no hacen más que cosquillas. A veces me pregunto, por ese carácter picajoso mío, que cosa será el "piquito del área" que tanto éxito parece tener ahora entre los narradores de nuevo cuño, o en qué consistirá uno de esos famosos "balones divididos". Espero con toda la paciencia del mundo a que el balón se divida en dos o más partes, como asegura la frase hecha, o a que salte por los aires hecho añicos, pero el balón sigue mazorral e impenetrable, provocadoramente duro y apelmazado, pelmazo, si así me lo permiten, en el sentido de denso.

Creo que el profesor Lázaro Carreter olvida el carácter básicamente lúdico y festivo que la radio deportiva tiene en nuestro país, el componente esencial de show (no sé si ya será aceptado "chou") que alivia los domingos y fiestas de guardar a los millones de aficionados al fútbol que existen en nuestro país. Claro que –como él se encarga sabia y certeramente de recriminarnos en su artículo "zurrando el cuero"– no son gramaticalmente aceptables los "equipos físicos" o los "jugadores de corte muscular", así como resulta imposible que cambie la "dinámica" de un partido, pero todo el mundo entiende lo que eso significa ¿no? No sé si eso lo justifica pero es una explicación como otra cualquiera.

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