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Siempre recordaré aquella escena. En el Mundial de Italia-90, al equipo anfitrión le tocó jugar contra Argentina. Diego Armando Maradona era el capitán indiscutible de su selección, y además había conseguido el título de Liga para el modesto Nápoles. ¿Dónde estaría su corazón?... Al sonar el himno nacional argentino, el estadio al completo empezó a gritar, a silbar, a abuchear... Justo en ese instante la cámara de televisión captó al pequeño Maradona, y a nadie le hizo falta leer en los labios para saber que Diego estaba clamando "¡hijos de puta!". Para Maradona no había nada más sagrado que su país. No especuló con la posibilidad de que aquello pudiera acabar con su carrera en el "calcio". Diego era el capitán de la selección argentina de fútbol y no había nada ni remotamente tan importante como aquello. Que se parara el mundo... "¡Hijos de puta!"...

Este jueves, José Antonio Camacho ofreció una conferencia ante los estudiantes de la Facultad de Ciencias de la Información. El discurso debió escribírselo su antecesor en el cargo, Javier Clemente, porque estuvo repleto de lugares comunes, toques melancólicos y cierto aire sabiondillo. Camacho fue poco transgresor y, sobre todo, no supo leer dónde estaba y para quién hablaba. En un momento determinado, uno de los estudiantes le dijo: "¿No le da pena que, mientras suena el himno español, un jugador masque chicle, otro se toque sus partes?..." No le dio tiempo a acabar. Camacho, tajante, le dijo: "Así no te voy a contestar. Siguiente pregunta". Los futuros periodistas deberían haber sido solidarios con su compañero y, como ocurría en "Espartaco", realizar de nuevo la misma pregunta: "¿No le da pena?"...

Naturalmente que a Camacho le da pena. De no ser así, no habría llamado a ese jugador (Pep Guardiola) que mascaba chicle mientras sonaba el himno español para advertirle que fuera la última vez que lo hacía. A Camacho le da pena y siente envidia. Como yo la siento. Cuando suena "La Marsellesa", el globo terráqueo sufre una parálisis momentánea. Lo mismo que cuando lo hace "Dios salve a la Reina". Nuestro himno nacional me suena al "chunda-chunda". Empezamos a perder los partidos en el túnel de vestuarios.

Otra cosa distinta es que a Camacho empiece a notársele el "síndrome del Mundial". Lo mismo les sucedió a José Emilio Santamaría, Luis Suárez y, desde luego, a Javier Clemente. Camacho tenía mil posibilidades para salir del aprieto en el que le puso ese estudiante anónimo. Y eligió la peor: "siguiente pregunta". La pregunta sigue siendo la misma: ¿No siente envidia, señor Camacho?... Yo sí. Y usted también. El futuro colega tenía más razón que un santo.

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