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Juan Manuel Rodríguez

Me colaré de rondón en el Café Gijón

Es uno de los reportajes de “Madrid Directo”, el fantástico programa de Telemadrid con reporteros que van y vienen, al pie de la noticia como mandan los cánones. La guapísima e intrépida Sara Jiménez le pregunta lo siguiente a uno de los chavales que componen una orquesta juvenil: “¿Cual es tu pieza musical favorita?”; a lo que éste, sin máscara, responde: “la novena sinfonía de Beethoven”, y añade “aunque David Bisbal no está tampoco nada mal”. Aún no sabe que eso no es políticamente correcto, pero se curtirá con el tiempo. A uno no le pueden gustar —al menos no públicamente, dando la cara, sin que en realización te difuminen la matrícula del coche en el que viajas con tu familia— Beethoven y Bisbal simultáneamente. O uno u otro... ¿Por?... Pues no está muy claro por qué, pero es así.

Por ejemplo: Fernando Sánchez Dragó debió interpretar que en sus cenáculos científico-filosófico-literarios, el hecho de arremeter con acritud contra los lectores del diario Marca le supondría un plus de honorabilidad y respeto artísticos. Luego vino el gran Paco Umbral y “les-nos” salvó de la quema, pero entre tanto Dragó vino a decir lo siguiente: “¡No me gustan ni el fútbol ni aquellos a los que les gusta el fútbol!”, y yo le respondería: ¿y a mí que me importa?... No lo considero un hecho relevante. Es como si esperase que, tras esa manifestación de intenciones suya, se parara la Liga de golpe y porrazo, no hubiera más fichajes millonarios, nos vistiéramos todos una chilaba y nos pusiésemos a disertar sobre el “yin”, el “yan”, el cannabis y la marijuana. ¿Y por qué no se puede hablar en las tertulias del Café Gijón del Mundial de Japón y Corea? Lo haré en cualquier momento, en cuanto vea aparecer por allí a Manolo Cervino o Álvaro de Luna. Me colaré de rondón y sin invitación para hablar de Raúl, Camacho y la triste despedida de Zinedine Zidane.

Me parece que los extremos del fútbol —los “hooligans” por un lado, y la vía seudo-científica por el otro— no han entendido bien que esto es sólo un juego, un divertimento muy popular a espaldas de cuya realidad no se puede vivir. Yo mismo creía que podría hacerlo sin Internet, y muy lejos de ser así al final he acabado trabajando en la red de redes. El componente trágico existe sólo en la calenturienta imaginación de quien no comprende el juego. Lo que no entiendo es por qué si uno dice “¡desprecio el fútbol!”, queda revestido de un halo de superioridad, mientras que si a alguien se le ocurre decir “¡paso de Kafka!” le llaman “burro” y “bodoque”... ¿Son incompatibles Del Piero y El Castillo?... Servidor no tiene problemas en ese sentido. Es más, el fútbol es bastante kafkiano en ocasiones. Que se lo pregunten a Gil.

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