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He tenido ocasión de ojear por encima el libro que Johan Cruyff presentó ayer. Me gusta el fútbol (RBA Libros, 2002) reúne algunas de las reflexiones de un hombre sensato, un entrenador que aplica la lógica más escrupulosa a todo aquello que toca. A mí al menos me lo parece (debo reconocer que con Cruyff no soy nada objetivo). Recuerdo que cuando empezó a utilizar en España la defensa de tres jugadores, le llamaron loco. Y sin embargo aquello era fruto de la aplicación de un riguroso método científico. No exagero un ápice. Cruyff experimentó aquel sistema, llegando a la conclusión de que era bueno. ¿Para qué?... ¿Para defender? Algún día se lo preguntaré a él personalmente, pero tengo la impresión de que Cruyff entendía la propia defensa como la primera línea de ataque.

No me extraña que el Colegio de Entrenadores español le pusiera a Cruyff todas las trabas burocráticas a su alcance. Trataron de aburrirle con el proceso porque para ellos, desde su reducida óptica del fútbol, Johan era el indiscutible enemigo a batir. Cruyff llegaba desde Holanda para quemar en la hoguera de las vanidades todos los manuales tácticos, aquellas pamplinas reduccionistas tendentes a menoscabar la imaginación a base de echarla encima kilos y más kilos de disciplina. Cruff demostró que había otro fútbol paralelo al margen del oficial, del timorato, de aquel que convertía a la improvisación y la creatividad humanas en sospechosas habituales de asesinato en primer grado.

En el capítulo 5, Cruyff es Cruyff en su estado más puro al hablar del trabajo con los niños. Y cita, al referirse al de algunos entrenadores, una frase del gran Marco Van Basten: "A mi juicio, si yo he tenido diez entrenadores, uno me enseñó algo, tres no me estropearon y seis intentaron joderme". Es la suya una defensa a ultranza de la calidad ("la calidad no se toca"), y cuenta su propia experiencia de chavalín debilucho, esmirriado, que a la hora de chutar no llegaba a la portería porque carecía de potencia suficiente en las piernas. A Cruyff le tocó la "lotería" de un entrenador que —parafraseando de nuevo al propio Marco Van Basten— no llegó a "joderle". Quien sabe qué podría haber sucedido realmente con uno de esos "Torquemadas del 5-4-1" que andan por ahí sueltos.

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