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Juan Manuel Rodríguez

Muchas gracias señor Cruyff

Se cumplen ahora treinta años desde que Johan Cruyff debutara en la Liga española con la camiseta del Fútbol Club Barcelona. Hay quien sitúa al "flaco" justo un escalón por debajo de esa intocable trinidad futbolística que forman, de mayor a menor, Di Stéfano, Pelé y Maradona. Ese escalafón popular que se sustenta esencialmente por el "boca-oído" repetido mil veces, quedaría instituido por los "galácticos" (ahora que el infeliz término está tan en boga) argentinos y brasileño y, sin alcanzarles a ellos pero indudablemente distanciado del resto, el gran futbolista holandés. Se encontraría así Cruyff en tierra de nadie, eternamente condenado a esperar la llegada de otro futbolista que no fuera tan bueno como Di Stéfano, Pelé y Maradona pero que se distinguiera del resto para encontrarse por fin acompañado. ¿Zidane?
 
Soy de los que piensan que Cruyff merece ya ese generalato que lleva esperando desde hace treinta largos años. Técnicamente era un futbolista simplemente prodigioso. Arrastró al grisáceo fútbol holandés hacia la aventura de lo que luego dieron en conocer como "fútbol total". La selección holandesa y el Ajax de Amsterdam se empeñaron en demostrar que también se podían ganar los partidos jugando al ataque. Lo que hoy parece una redundancia deportiva no lo era tanto hace treinta años, con la mayoría de técnicos volcados hacia atrás, empeñados en no encajar goles. Cruyff, como sucedió con Di Stéfano y Pelé antes que él y después con Maradona, miró con descaro –provocadoramente si me lo permiten– hacia la portería rival.
 
Y en cuanto al liderazgo ejercido sobre el campo tampoco creo que queden dudas. El 0-5 del estadio Bernabéu lo explica por sí sólo: Johan Cruyff no se conformaba con ganar al Real Madrid sino que pretendía impedir que el equipo merengue volviera a levantarse. El Barcelona no ganaba la Liga desde 1960 y con Cruyff la obtuvo de nuevo ese mismo año. Y aquella victoria tuvo un indudable significado social y político hasta el punto que los aficionados culés no se cansaban de repetir aquello de "muchas gracias Cruyff".
 
En "los fotos", como él dice, siempre aparece con un balón entre los pies. Debutó con el primer equipo del Ajax de Amsterdam con tan sólo dieciséis años. Tenía tan poca fuerza que fue a lanzar un córner y no alcanzó la portería. Pero en aquel partido ya marcó un gol. Vendrían muchos más después. El que le marcó al Atlético de Madrid en el estadio Vicente Calderón, por poner sólo un ejemplo, dio la vuelta al mundo. Sabedor de que no era un atleta, Cruyff solucionó su problema de forma científica: si sólo hay un balón y consigo tenerlo siempre en mi poder acabaremos jugando como a mí me gusta. Por todo ello, muchas gracias señor Cruyff.

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