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Uno no puede pretender ganar un Mundial de fútbol sin tener en sus filas un delantero centro inspirado, que lo poco que toque lo meta dentro. Así le ocurrió a la selección argentina con Kempes, y lo mismo le pasó a la italiana con Rossi. En el caso del "matador" hablamos de un "nueve" contrastado, uno de los mejores goleadores de los últimos veinte años. Lo de Rossi resultó más llamativo porque Bearzot le convocó a pesar de que llevaba un tiempo inactivo. Nadie podía saber qué resultado daría aquel jugador elegante, certero, e Italia se proclamó campeona gracias a su olfato, su suerte y su "instinto asesino". No creo que a nadie le quepa la más mínima duda de eso. Italia tenía un equipazo y un "nueve" en racha, un delantero con el que, a lo mejor, contaba muy poca gente.

En este Mundial de Japón y Corea nuestro "nueve" tiene que ser Fernando Morientes, y además es una cuestión de justicia histórica que así sea tras su inusitada exclusión de la Eurocopa de 2000. De aquello se arrepintió públicamente Camacho –y miren que eso es difícil en el caso de nuestro seleccionador nacional- y el paso del tiempo está reconociendo el trabajo y la calidad del futbolista del Real Madrid. Dos goles suyos en el partido más trascendente de la primera fase –el de Paraguay– nos llevaron hasta octavos, y otro más, el domingo pasado contra el equipo de la República de Irlanda, nos condujo hasta los cuartos de final. Y aunque cualquier entrenador diría que el marcador es fruto del equipo, si algo se puede decir del "moro" es que está siendo decisivo.

Morientes padece una prensa esquiva, rácana a la hora de reconocer sus indudables méritos. Por ejemplo: Vieri seguirá siendo, para los "vieristas", el mejor delantero centro del mundo, y todo ello a pesar de sus garrafales fallos: más sólo que la una, el otro día ante el portero de Corea del Sur, metió una y falló tres, pero nadie se atreverá a cuestionarle. Como sucede con Trezeguet, Batistuta o, para no tener que irnos tan lejos, el propio Tristán. La participación del deportivista en el debut contra Eslovenia no pudo ser más lastimosa, y sin embargo se alzaron pocas voces, acaso una o dos y, en cualquier caso, muy tímidas, contra la actuación de Diego. A Morientes, sin embargo, palo y tentetieso.

Ojalá acabe el Mundial como "pichichi". A él no le serviría para congraciarse con sus "anti", que le seguirán negando el pan y la sal hasta que, completamente aburrido, se tenga que marchar a Italia y sea el máximo goleador del Milán, el Inter o la Juve. Pero –y perdonen que personalice– a mí me valdría para demostrar que es nuestro mejor "nueve".

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