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En Expo-Foot, feria que cuenta con el apadrinamiento de la FIFA, se discute estos días sobre la adecuación del sistema de traspasos a la legislación comunitaria. Un debate encomiable aunque prolijo, ya que alrededor del negocio del fútbol hay dispuesta una tribu que tratará de impedir como sea que desmonten su mesa petitoria; demasiado "egipcio", y que me perdone Nefertitis por decirlo así. Mucho tiburón suelto, porque como alguien dijo una vez "el dinero nunca duerme". Y si no, que se lo pregunten a David Dein, vicepresidente del Arsenal, que ha denunciado –grabación en mano– una conversación de Claude Anelka en la que pedía 1.500 millones de pesetas como paso imprescindible para la firma de su hermano Nicolás, el "futbolista virtual". Aunque el club al que se dirigían no quiso hacerse público, de todos es sabido que Anelka acabó fichando por el Real Madrid.

Dein ha acusado a algunos agentes de "tratar a los futbolistas como pedazos de carne" y, aunque cualquier generalización resulta injusta, hay que deducir que tiene razón. El mercado deportivo (y en concreto el futbolístico) mueve mucho dinero; lo hace rápidamente, con grandes dosis de ocultismo, así como con el desconocimiento de la prensa y los aficionados. Existe una "conspiración de silencio" alentada también por los clubes, de forma que al final el protagonista –el jugador de fútbol– acaba sin saber bien por qué o cómo y en qué condiciones acaba siendo contratado por tal o cual equipo. El directivo del Arsenal da en el clavo, ya que el deportista termina siendo un trozo de carne en el hipermercado del balón.

Ahora el fiscal anti-corrupción del fútbol mundial –y me refiero a Diego Maradona– ha colocado en el punto de mira la "operación Aimar". El "pelusa" nos pide que reflexionemos sobre los diez millones que se quedaron presuntamente por el camino: el lunes Pablito costaba treinta millones, y el martes veinte... ¿Por qué? El mismo se responde: "Egipto B" tiene también sus ramificaciones en Argentina. Faltaría más.

Así las cosas parece imprescindible que tras nuestra reflexión se paren ahora a hacer lo propio los clubes, los jugadores y la propia FIFA. Ordenar el tráfico en este galimatías no va a ser tarea fácil. La ingeniería financiera no existe, es un cuento, una "boutade". Lo que sí proliferan son los getas, y desgraciadamente el fútbol se ha convertido en su búnker preferido. Allí se está calentito y no te molesta nadie. Por ahora.

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