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Juan Manuel Rodríguez

Peligrosa "tarjeta de visita"

La mano izquierda con la que Vicente del Bosque supo dirigir siempre la plantilla con el mayor número de egos por metro cuadrado del fútbol mundial suponía un valor añadido, sólo uno, para la continuidad del salmantino en el banquillo merengue. Y si la decisión de Florentino Pérez tropezó con una amplia contestación popular fue precisamente porque el aficionado medio entendió que aquella sería una característica muy difícil de obtener en cualquier otro entrenador. Del Bosque contaba con la anuencia de los futbolistas porque llevaba más de treinta años en el club y aquello le convertía en el perfecto "cicerone". ¿Cómo levantarle la voz o criticar públicamente la decisión de alguien que combatió a las órdenes de don Santiago Bernabéu? Los veteranos explicarían entonces a los novatos quién era exactamente Del Bosque, cuánto tiempo hacía que estaba allí y por qué personificaba mejor que nadie aquellos "valores universales" que trataba de inculcarles el presidente del club.
 
Estoy convencido de que la personalidad de Vicente apagó por sí sola más de una insurrección. Otras resultó inevitable que salieran a la luz (la más espectacular fue la de Morientes, denunciada en la Cadena Cope) pero sí llamó la atención que con Del Bosque no se produjeran más protestas. F.P. eligió a Carlos Queiroz, un hombre con un comportamiento externo similar al de Del Bosque pero sin el ascendente del anterior entrenador. Y como resultaba previsible, los futbolistas, que en líneas generales son unos individuos profundamente egoístas, han comenzado a golpear sus tambores de guerra. Al principio es un ligerísimo "run-run", una musiquilla casi imperceptible para el oído humano. Pero es insistente. Es machacona. Ahora Guti. Después Helguera. Luego Ronaldo. El primero se queja por no jugar. El otro por hacerlo lesionado. Y el brasileño por ser sustituido. "No me gusta que me cambien", dice Ronaldo. Pero en realidad está diciendo: "¿Me entiende Queiroz, comprende lo que le digo? No me gusta que me cambien. Me llamo Ronaldo y esta es mi primera tarjeta de visita".
 
Y sigue el "run-run". "Run-run", "run-run", "run-run". Hasta que un buen día ruge por fin la marabunta. Parece que el técnico portugués ha sido incapaz de blindar el vestuario y por ahí se desangraron la mayoría de entrenadores que he conocido. Leo Beenhaker hablaba de la "cosina". Para él era sagrada. El holandés sabía que si los futbolistas empezaban a hablar fuera de la "cosina" aquello se le iría inevitablemente de las manos. Los resultados avalan por ahora a Carlos Queiroz. Y los resultados le avalan porque los futbolistas le responden sobre el campo. Hasta que dejen de responderle. Hasta que le dejen la próxima tarjeta de visita.

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