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El verdadero Howard Cosell se parece físicamente mucho más a John Turturro que a John Voight. El primero le da vida en el telefilm "Monday Night Mayhem". El segundo lo hace en la película "Ali", que narra la vida del mejor púgil de todos los tiempos. A Turturro no han tenido que retocarle demasiado, pero Voight, candidato al oscar al mejor actor secundario por su interpretación, está totalmente desconocido detrás de esas prominentes narices de plastelina que no pudo evitar que le colocaran en maquillaje. Cosell, mítico periodista deportivo de la ABC, entró en 1993 en el "Salón de la Fama". Suya fue la voz de la mayoría de combates protagonizados por Mohamed Ali y, según cuentan, se caracterizó siempre por la sinceridad y la tenacidad a la hora de realizar las preguntas a sus entrevistados.

Debo reconocer que siento envidia (absolutamente insana, como cualquier envidia de Primera División) al repasar la carrera de Cosell. Y no sólo la suya. Mel Allen, Lindsey Nelson, Clem McCarthy, Ernie Harwell... Todos ellos han sido las voces del deporte americano durante el siglo XX. En Estados Unidos nos dan mil vueltas en la concepción del "deporte espectáculo". Vamos recuperando el terreno muy lentamente (la final de la Copa del Rey del otro día es una buena muestra de ello, con "Café Quijano" amenizando la velada), pero allí se considera al periodista deportivo como una pieza más del engranaje. En España, no. Mientras que el periodismo deportivo es valorado en EEUU, aquí sigue considerándosele el "refugio nuclear" perfecto para aquellos que no dieron más de sí en la Facultad.

Norman Mailer (eterno candidato al premio Nobel de literatura), Tom Wolfe o, ahora mismo, David Foster Wallace, presumen de sus crónicas deportivas. Ese trecho, y ese respeto, vamos a tener que recorrerlo aún aquí. Y es un camino muy largo. En un librito muy curioso titulado "Los cínicos no sirven para este oficio" (Editorial Anagrama, 2002), el polaco Ryszard Kapuscinski (este rebelde ordenador mío no me deja acentuar como es preceptivo la primera "s" y la "n" de su apellido), apunta que a partir de la segunda mitad del siglo XX lo que cuenta, en la información, es el espectáculo. No está de acuerdo, pero es así. Profesionales como Cosell lograron encauzar, con el apoyo inquebrantable de sus empresas, dicha tendencia.

Aquí ni los clubes de fútbol ni tampoco los propios jugadores nos toman demasiado en serio, como no sea aplicando tácticas "Chicago años 20". Somos pero no somos. Estamos pero no nos ven. Me gustaría saber si Raúl González Blanco se le resistiría a Howard Cosell, y como hizo el maestro para dominar, en sus tiempos, egos tan descabellados como el del gran Ali.

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