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Hace un rato pintaban bastos en el estadio de Suwon. Creí haber escuchado que el “palo” a seguir era el oro y, al darme cuenta de que cantaría las cuarenta protegidas por mi as, di un respiro en el asiento y apuré mi “pinta” de cerveza. Cerré los ojos para saborearla y ese fue el instante preciso que el sueco Frisk aprovechó para sufrir un ataque agudo de ortodoxia arbitral. Acababa de señalar como penalti uno de los mil setecientos treinta y cuatro agarrones que se producen dentro del área todos los días y en todas las Ligas. Lo hacía en el minuto 89, con mi selección española achicando balones, y tras haber pitado antes otro —que no lo fue— pero que paró ese chico con “ángel” llamado Iker Casillas.

Pintaban bastos en Suwon y recordé mi conversación de la noche anterior con John, irlandés de pura cepa y habitante del “Kitty O'Shea”, un pub decorado con vidrieras de Camilo José Cela y James Joyce, no recuerdo si también de Oscar Wilde, que hay justo enfrente de la Cadena Cope. A John le puse unas gaitas en “El Tirachinas”, y él, ni corto ni perezoso, se puso a lanzar aullidos tejanos, dando palmas, celebrando por anticipado su victoria del domingo. “Este Juanma es un cachondou”, acabó diciendo. Y ahora, quince horas después de aquello y como ya dije anteriormente, pintaban sorprendentemente bastos en Suwon. Pero ya no, ahora la selección ha logrado la clasificación para cuartos de final.

Con el 1-0, al periodista vuelve a llenársele la boca con el dichoso “Antena 3 le está trayendo suerte al equipo español”... “Ya estamos”, pienso, “¿por qué no se callará de una vez?”. Irlanda nos empata y vamos a la prórroga. Gol de oro. Raúl se marcha tocado. Se lesiona Albelda, que tiene que retirarse. Jugamos con diez. Cae Luis Enrique que, rápidamente, busca la posición de “palomero” a ver si marca el “gol del cojo”. Jugamos con nueve. E Irlanda achucha. Y vuelvo a reflexionar: “Vaya, ahora no dice nada de nuestra mala suerte. Debe ser que Antena 3 Televisión es responsable sólo de la buena, como en el cuento de Blancanieves y los siete enanitos”. El pitido final de la prórroga me suena a música celestial. Miro al cielo, junto mis manos y, como la mujer de José Antonio Camacho, imploro al Altísimo: “por favor, que el de la tele no vuelva a hablar de la suerte”. No lo hace y, por supuesto, pasamos a los cuartos de final con Iker convertido en héroe nacional.

John ha perdido su apuesta. Y aunque a las tres horas y doce minutos de la tarde (hora española), un minuto antes de que Frisk viera la luz, les juro que tenía ya un bonito artículo redactado y titulado “Nuestro nueve”, dedicado al olfato de Morientes, todo lo doy por bien empleado. España resultó épica y pudo con todos. Ganó “por lo criminal”, como diría Luis Aragonés. Ya habrá para los nuestros otros “partidos civiles” en el futuro de este Mundial.

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