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Desde que a José María Ruiz Mateos le expropiaran Rumasa, allá por 1983, nadie de su familia ha vuelto a ver la vida de la misma forma. Cada vez que él, o su mujer Teresa —a la sazón presidenta del Rayo Vallecano S.A.D.— o Álvaro, su hijo pequeño y director general deportivo del mismo club, se sienten perjudicados en cualquiera de sus actividades diarias, ven detrás de ello la "mano negra" gubernamental, un complot para apartarles por la fuerza de la actividad que se trate. Ahora se trata —según su opinión— de la actividad deportiva, a la que la familia Ruiz Mateos accedió para evitar la desaparición de un club de fútbol tan peculiar como el Rayo. Como no sé cual habría sido mi propia reacción si, de la noche a la mañana y sin previo aviso, me hubieran quitado mi empresa, desconozco si ahora, como le sucede a R. M., vería extrañas artimañas a cada paso. Lo que sí creo es que es un error mayúsculo, por desconocimiento, implicar al Gobierno de la nación en los reiterados fallos del colectivo arbitral.

El lunes, Álvaro Ruiz Mateos anunció que su familia pondría a la venta el club si descendía al concluir la actual temporada. Hoy, veinticuatro horas más tarde, ha mantenido una conversación con Gerardo González en la Federación Española de Fútbol. ¿Motivo?... Expresar el malestar rayista por lo que consideran una persecución arbitral. El secretario general de la Federación tiene razón al señalar que hay veintidós futbolistas que quieren engañar al árbitro, pretendiendo sacar partido de sus errores. Esa es la miseria del "juez de la contienda". La del resto de profesionales que viven del fútbol es que, siendo eso cierto, dependen en muchas ocasiones de la ineficacia de los colegiados.

No creo que existan complots judeo-masónicos, aunque en el caso concreto del Rayo habría que pensar en una "falta de concentración" (término empleado por Gregorio Manzano, y que me parece muy oportuno) por parte del colectivo arbitral. El juez de línea que el domingo anulaba un gol legal al Rayo en el minuto 90 de partido, no puede volver a un campo de fútbol así como así. Si falla el entrenador, el presidente de turno le pone en la calle. Si lo hacen los jugadores, ahí está el entrenador para cambiarlos. ¿Quién sustituye al árbitro? Nadie.

Con José Plaza se hizo muy popular la famosa "nevera". El árbitro que se equivocaba dejaba de actuar durante un tiempo, no porque Plaza no defendiera a los colegiados sino porque les exigía implicación total y responsabilidad en su trabajo. El árbitro debía saber cuándo había cometido un fallo. El problema de Victoriano Sánchez Arminio es que "no sabe, no contesta". La protesta del Rayo es tan justa como poco efectiva, porque el único "congelado" del Comité Técnico es precisamente su presidente. El sí que tendría que ir a la "nevera".

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