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Juan Manuel Rodríguez

¿Qué pensará el utillero?

Llevo quince días sólo en casa, y aquello parece la selva amazónica. Mi madre suele decir que soy "un Adán" y al final voy a tener que darle toda la razón: se me mueren las plantas de interior, unas por exceso de agua y otras por falta de humedad; mi habitación aparece salpicada de pequeñas barricadas, como latas de "Pepsi Max", un radiocassette, revistas y libros, muchos libros. Creo que podré controlar como es debido el asuntillo de los platos y los vasos (para eso se inventó el lavavajillas), y en lo que se refiere a la ropa, la tintorería funciona como un reloj suizo. Para que no cunda la alarma, he reducido el espacio físico por el que me muevo hacia el dormitorio y el cuarto de baño, de forma que he convertido mi casa en un mini apartamento de 30 metros cuadrados con unos pasillos muy largos. Para ello he cerrado el salón a cal y canto.

¿A qué viene esta tragicomedia personal e intransferible? Me explico.

Nada más llegar a los Grizzlies, Pau Gasol ha declarado lo siguiente: "aquí las mete limpias hasta el utillero". Es curioso porque, poco antes del disputarse el encuentro ante el Manchester United, Javier Irureta decía más o menos lo mismo: "en este equipo no te puedes fiar ni del utillero". Pudiera parecer un sentido homenaje, y sin embargo no lo es; a mí me da la impresión de que tanto Gasol como Irureta están diciendo esto: "¡Si serán buenos estos tíos que hasta el más inútil, el menos importante, es capaz de hacerte un traje!" Los Grizzlies y el Manchester sí pueden sentirse halagados, pero al pobre utillero acaban de machacarle.

¿Qué pensará el utillero? ¿Y quién es? Por mi propia experiencia personal sé lo importante que resulta que una persona se encargue de esas pequeñas cosas que, al final, son las más grandes. He entrado en las web de Real Madrid y Barcelona, y no viene ni un sólo dato biográfico sobre ellos. Mucho Raúl, mucho Saviola, pero poco utillero. Craso error por parte de los clubes grandes no mimarles como es debido, porque pueden convertirse en un arma arrojadiza.

Como el camarero o el chófer, el utillero es una magnífica fuente de información para el periodista. Ahora es más complicado, porque hay mil medios de comunicación, pero los clásicos sabían que había que tratarles a cuerpo de rey. Lo veían y lo oían todo. Eran testigos privilegiados de aquello que estaba prohibido para la prensa; en suma, el "garganta profunda" perfecto. Vaya desde aquí mi admiración hacia el utillero. Las camisetas limpias, las botas en su sitio, la toalla en la taquilla. Al futbolista sólo le queda ensuciarlo y revolverlo todo. Así cualquiera.

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