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La ópera-rock "Evita" había puesto de moda aquella frase, "no llores por mí Argentina", que cantaba en el balcón la cantante de turno que interpretaba a la mujer del General Perón. Luego la volvió a recuperar en una película Madonna –Antonio Banderas hacía del "Che" Guevara– y entonces dio de nuevo la vuelta al mundo. Por eso, cuando el 22 de junio de 1986 (este viernes hizo precisamente quince años), ante la atónita mirada de los espectadores que llenaban el Estadio Azteca, un sólo hombre, Diego Maradona, ganó para la selección argentina el partido que les enfrentaba a los ingleses, al día siguiente "El Gráfico" decidió darle un pequeño giro a la frase musical y del "no llores por mí Argentina" de Evita pasaron al "no llores por mí Inglaterra" del "pelusa".

El Mundial de Mexico fue caprichoso y quiso que dos países, Argentina e Inglaterra, que acababan de salir de la delirante "Guerra de las Malvinas", se enfrentaran también jugando al fútbol. Ciertamente aquella selección la formaban –con todos mis respetos para el resto– Maradona y diez más. Y no fue sólo la famosa "mano de Dios" con la que Diego engañó a medio mundo, incluido el árbitro, sino aquel gol. Ya dije, y lo mantengo, que después de ese no habrá otro. Inigualable. Epico. 55 metros en once segundos. Primero Reid, después Butcher, más adelante Hoddle, luego Fenwick y Sansom; por último, Shilton. 2-0 para Argentina y el delirio.

He vuelto a oír la narración de Victor Hugo Morales y continúa siendo un documento radiofónico memorable, irrepetible. Al final se queda sin respiración y vuelve a dar las gracias a Dios. Sobre aquel gol se ha tejido con el paso del tiempo cierto halo de misterio; por ejemplo: nadie supo nunca qué ocurrió con la camiseta de Diego, desaparecida en el bullicio. El otro día apareció Lalo y confesó que la había tenido escondida durante los tres últimos lustros.

Soy lo que podríamos catalogar como un "mitómano de primera división". Quiero decir que, puestos a admirar a alguien, no pienso perder mi tiempo con "tiquismiquis". Decididamente lo mío son las alturas (Cary Grant, Alí, Goscinny y Uderzo, Fellini...) Tristemente no llegué a conocer personalmente a ninguno de ellos aunque lo único que me importa es el resultado de su trabajo. Con Maradona sigo exactamente el mismo patrón: no le conozco en persona ni valoro su vida privada, sólo me interesa su fútbol. Y aquel gol que, hace ahora quince años y un día, hizo llorar a Inglaterra dándole por una vez la vuelta a la tortilla.

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