El futbolista argentino Fernando Redondo siempre me pareció un tipo cultivado, leído y con madera de líder, un jugador del que prescindió erróneamente Daniel Passarella para la selección de Argentina y a quien Florentino Pérez dio el pasaporte con el único objetivo de hacer negocio con el Milán. Hubo manifestaciones, aunque reducidas, (a los madridistas ya sólo les moviliza la Copa de Europa) de aficionados a las puertas del estadio Santiago Bernabéu. Y, aún a riesgo de ser políticamente incorrecto, me atrevería a decir que, íntimamente, alguno de los componentes de aquella primera junta directiva respiraría tranquilo cuando el mejor medio centro defensivo del mundo llegó a Italia y –¡zas!– se rompió. "¿Veis como estaba mayor?". La noticia del adiós de Redondo nos cogió a todos con el paso cambiado y más de uno especuló con el hecho de que al jugador le hubiera pasado factura su apoyo explícito a la candidatura que encabezó Lorenzo Sanz.
Y, ahora que el Real Madrid va a recibir al Milán en un partido transcendental y dramático para los locales, nos bombardean con la famosa jugada de Redondo contra el Manchester United, aquella que habría firmado el mismísimo Diego Maradona y que apuntaló el éxito madridista en la octava Champions League. Pero Redondo era, afortunadamente para quienes siempre defendimos su fútbol, mucho más que aquella jugada. En torno a Fernando se podía fabricar un equipo, y él era perfecto para el Real Madrid. Desde el primer instante supo dónde estaba y, poco a poco, fue haciendo uso de los galones de un vestuario muy complicado.
Sólo espero que este miércoles el estadio Bernabéu le rinda a Redondo, puesto que no tuvo homenaje del club, el tributo que se merece, y que no ocurra como cuando el Neuchatel de Stielike vino a Madrid para enfrentarse con el Real. Los mismos que habían ovacionado a Uli por su tesón y carácter vistiendo la camiseta blanca no entendieron que el alemán pusiera en práctica –contra el Madrid– idénticas armas pero con otra camiseta. Que nadie dude que, si finalmente juega desde el inicio, el milanista Redondo sacará los codos a pasear, como hizo toda la vida, y colocará cinta aislante de la policía alrededor de su zona de influencia. Habrá que pedirle permiso para pasar por allí y no me extrañaría nada que le dijera a Makelele aquello de "comé hierba, burro". En definitiva, Redondo en estado puro. Ya iba siendo hora.
En Deportes
0
comentarios
Servicios
- Radarbot
- Libro