Según "El idioma español en el deporte", guía práctica de la agencia Efe editada en 1992 por el gobierno de La Rioja y fruto de las aportaciones de conferenciantes tan ilustres como Fernando Lázaro Carreter, Manuel Alvar o Luis Rosales, el vocablo "crack" debe ser traducido al castellano como "estrella", "astro" o "as". Por lo tanto no tiene absolutamente nada que ver con el sustantivo masculino "crac" que, según la definición del "diccionario ideológico de la lengua española" de Julio Casares, significa "quiebra" o "bancarrota" y tiene una aplicación fundamentalmente comercial. Una "k", la que sí tiene el "crack" y de la que carece el "crac", es más que suficiente para llevarle a uno del cielo del éxito al infierno del fracaso porque —aunque todo el mundo sabría el caso de algún "crack" que desgraciadamente para él acabara haciendo "crac"— lo normal es que no sea así y que el "crack" sea un futbolista (los intervinientes en el Congreso "El idioma español en el deporte" aplican este vocablo en concreto al fútbol) muy solvente e incluso ostentoso y derrochador.
Podemos observar cómo el término "crack" ha ido perdiendo fuelle con el paso de los años (quizás empezara a aplicarse en los setenta), reduciéndose mucho y limitándose a determinadas zonas del terreno de juego. Es posible que hace treinta años todos los futbolistas profesionales fueran unos "cracks" (o sea, unos ases, unas estrellas) pero hoy ya no es así. Se ha producido una selección natural. Tomemos como ejemplo el equipo de los "craks" por excelencia, el Real Madrid. ¿Alguien ha oído decir nunca que Casillas sea un "crack"? Yo creo que no, y es posible que estemos hablando de uno de los tres mejores porteros del mundo. ¿Es Michel Salgado un "crack"? Según lo que entendemos hoy por "crack", Michel no pertenece a ese selecto grupo. Salgado es una "estrella" del fútbol, un "as" pero no es un "crack".