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Luis Moya ha protagonizado algunas de las frases más gloriosas del deporte español en los últimos diez años, aunque la cumbre de todas ellas fuera aquel dramático y desesperado "¡trata de arrancarlo, Carlos, por Dios, trata de arrancarlo!", que diera la vuelta al mundo. Sainz sólo tenía que cruzar la meta con su coche para proclamarse por tercera vez campeón del mundo de rallies, y ésta se encontraba a escasos quinientos metros. El motor se quemó, y allí mismo, justo en aquel instante, mientras Carlos y Luis observaban cómo les adelantaban el resto de competidores, empezó a fraguarse el (dudoso) mito del gafe del bicampeón mundial. Escuchando aquel grito de guerra –"¡por Dios, trata de arrancarlo!"– y viendo a Sainz corriendo con el extintor, como un conejillo disciplinado, mientras el gallego corajudo estampaba su casco contra el suelo, tuve la certeza de que en aquella pareja la sangre corría por cuenta de Luis Moya.

Han pasado ya cinco días desde que nos sorprendiera a todos la decisión de Moya de romper con Sainz. Parece que Carlos seguirá corriendo al menos un año más, en unas condiciones económicas mucho más reducidas de lo que venía siendo habitual en su caso. He leído y oído –puesto que yo no pertenezco a ese selecto gremio de la prensa del motor– a los "pro" y los "anti" Sainz, y al final he sacado mis propias conclusiones. Creo que, después de tanto tiempo juntos, Moya ha vuelto a repetirle lo mismo a Sainz, "¡trata de arrancarlo, por Dios!", aunque en esta ocasión no se refería al motor de un coche sino a ese pacto de lealtad que debe existir entre dos hombres que han compartido su vida durante tres lustros. En la primera ocasión, Sainz salió corriendo, blandiendo el extintor para tratar de arreglar lo que ya no tenía solución. En esta ocasión creo que Carlos Sainz no ha hecho ni siquiera ese gesto.

Debemos ser muy exigentes con el comportamiento del piloto madrileño; no en vano estamos hablando de uno de los diez mejores deportistas españoles de toda la historia. No creo que ese nivel de exigencia –si éste tuviera un parangón económico– quedara establecido en diez millones de pesetas que, al final, ha sido la cantidad de dinero que ha separado a Sainz de Moya. Según las cifras que me han filtrado, Carlos Sainz pasaría de cobrar ochocientos millones de pesetas a "sólo" cuatrocientos. Quienes han podido verle pilotar aseguran que Carlos Sainz tiene las manos más rápidas del Mundial, un espectáculo. Manos rápidas y cabeza fría, muy al estilo de los mejores pilotos nórdicos. Pero yo, pese a todo, me quedo con el gallego.

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