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Para "late-night" en estado puro, "late-night" latente y con nervio, el de nuestro "Tirachinas" audiovisual de los lunes en los estudios telemadrileños. Mientras Javier Sardá repetía los mismos "sketches" de siempre y sacaba del baúl de los recuerdos a Loles León con Bibiana -"Bibi"- Fernández, y Máximo Pradera trataba en vano de sorprender con Ana Belén y Víctor Manuel, nosotros asistíamos en vivo y directo a la conversión del otrora demonio de Tasmania en monja de clausura con voto de silencio, la transformación a la inversa, y sin luna llena, del hombre lobo vasco en la ciudad de la imágen.

¡Qué efectos especiales! De repente era el mismo seleccionador bravucón de siempre y, tras un oportuno guiño de la cámara, éste se había convertido ya en sor Clementina, la madre cocinera que bordaba aquellos pastelillos de hojaldre y rellenos de cabello de ángel. Javichu pidió perdón a la humanidad por sus errores y se lamentó de los mismos; reconoció haberse pasado con algún periodista y humilló al hablar de Radomir Antic, a quien acusó en su día de estar gordo y abusar del alcohol.

Ni "Betty la fea" ni nada de nada. Ningún culebrón es comparable con la emoción y la tensión de comprobar "in situ" el reciclaje del viejo Clemente, "o terror do fútbol español", en otro nuevo, una ursulina. Me dieron ganas de saltar al ruedo cual espontáneo e interponerme entre Abellán y el ex seleccionador para, en un claro acto de servicio en pos del mejor "pico de audiencia" posible, darle a Clemente un fraternal beso en la frente, un beso de amigo, un beso de compadre. El cambio que experimentó Javi fue tan radical que, al final del programa, no supe si ponerme reir o echarme a llorar. Como cantaban mis amigos del "radiador", emulando a Juan Luis Guerra, "ojalá que vuelva Clemente al campo" porque, entre el travestido y el apache, me quedo con el último.

Estoy esperanzado. Alguien me sopló al oído que todo era mentira, que Javi seguía siendo Javi pero que ahora andaba como loco por la música del banquillo y que se había dado cuenta de que la prensa podría ayudarle a conseguirlo. "Cuando vuelva a entrenar se quitará otra vez el hábito, ya lo verás". ¡Menos mal! Fue un alivio porque, sin saber bien por qué, me vino a la cabeza una actuación de Paco España, hace muchos años, en la playa de Benidorm. Aquel otro también se disfrazaba como nadie de mujer.

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