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"Tranquilo pichón, tranquilo". Llevo cinco meses escuchándoselo a Marcos Alonso. Contacto con él a través de una línea RDSI que tiene instalada en el infierno y si tengo suerte y el sonido me llega limpio, entre gemidos, crujir de dientes y alguna llamarada, el entrenador del Atlético de Madrid continúa repitiendo lo mismo: "tranquilo pichón". Al principio creía que me estaba tomando el pelo pero ahora me doy cuenta de que es así. Por diferentes motivos (el "mister" forma parte del extraordinario elenco de comentaristas de la Cadena Cope) he tenido ocasión de conocerle un poco mejor desde que se hizo cargo del banquillo rojiblanco. Si de lo que se trataba era de que el Atlético de Madrid huyera de la quema de Segunda División, Jesús Gil no pudo encontrar un "cicerone" mejor. Marcos lleva medio año regateando a Lucifer y la victoria en Tenerife consolida a su equipo como un claro aspirante al ascenso.

El trabajo de Marcos es más relevante si cabe porque tiene al enemigo en casa. Si Jesús Gil no le echó a la calle fue pura y simplemente porque Pablo Futre le dijo que nadie querría coger el "muerto" en esas circunstancias. Porque el Atlético que dejó Fernando Zambrano estaba así, muerto y enterrado; daban ganas de llamar al doctor Cabeza antes que a otro entrenador. Sigo pensando que Marcos no seguirá en el club aunque el Atlético de Madrid ascienda; estaría por asegurar que él mismo lo cree así y que sólo está esperando a que le llegue el motorista a casa. En ese caso Gil habría utilizado al "pichón" como un "clinex": usar y tirar por la borda.

La forma que tiene Marcos de ver la vida y el fútbol me conduce directamente hacia otro hombre parsimonioso, elegante y silencioso. Aprovechando la presencia del Real Madrid en Las Palmas, Florentino Pérez acaba de apuntarse otro tanto al rendir un homenaje merecido y sincero a un canario que hizo historia en la "casa blanca": Luis Molowny. Durante muchos años le conocieron en el estadio Santiago Bernabéu como "el mangas". Don Luis no pasará a la historia del fútbol por su verbo fácil, no fue ni mucho menos el Cánovas del balón y sin embargo construyó el patrón de lo que hoy se conoce como "hombre de la casa". No en vano se ha dicho muchas veces que Vicente del Bosque era el Molowny del año 2000. O lo que es lo mismo: el club recurría a él siempre que fallaba estrepitosamente el extranjerito de turno. Y Molowny aceptaba. Y Molowny reflotaba al equipo. Un lujazo como futbolista y como entrenador.

Marcos y Molowny tienen muchas cosas en común aunque ellos no lo sepan. Lo único que les diferencia es que el primero continúa en el "infierno" mientras que el segundo disfruta de la merecida gloria canaria. Tranquilo "pichón" que todo se andará.

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