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Juan Manuel Rodríguez

Un "¡olé!" para Rijkaard

La mayoría de entrenadores de fútbol mantienen impertérritos, como si en ello les fuera el honor y prestigio profesional, las pifias más monumentales. Y cuanto más ascienden, menos permeables suelen ser a las críticas de la prensa. A John Toshack le sentó muy mal la crónica de un compañero del diario "ABC" (José Manuel Cuéllar) en la que puso en tela de juicio su decisión de colocar a Miguel Porlán "Chendo" en la posición de medio centro de la siguiente guisa: "un ladrillo habría podido dar más juego". Mucho tiempo después nos enteramos de que era más sencillo ver "un cerdo volando" que lograr que J.B. dijera que se había equivocado. En otra ocasión, Javier Clemente se fajó con la prensa para defender su polémica decisión –bien es cierto que en una situación un poco rara– de colocar al portero José Molina como delantero.
 
No suelen rectificar, no, y al primero que cuestiona sus decisiones le piden además el carné de periodista. Y si se lo enseñas, luego el de entrenador. Y si también lo tienes, te dicen que ellos llevan treinta años en un banquillo. A Benito Floro también le sentó a cuerno quemado que le soltara en la cara que él no era entrenador para el Real Madrid. Aquello lo oyó perfectamente el entrenador asturiano quien, encendido, me soltó lo siguiente: "¿Y tú quien eres?"... Tendría que haberle contestado que yo era yo y mis circunstancias pero seguro que mi respuesta fue menos filosófica. En general, a pesar de que desde el banquillo se haya estropeado un partido, los entrenadores no suelen rectificar, y mucho menos en público. Ahí está el caso de Carlos Queiroz, feliz de haberse conocido tras el estropicio del estadio Sánchez Pizjuán y el consiguiente 4-1.
 
Por todo lo anteriormente expuesto –y por la posición que ocupa y la complicada situación en la que ha llegado al banquillo del Barcelona– las palabras de Frank Rijkaard reconociendo que quizá se equivocara en el partido contra el Villarreal tienen un valor añadido. Conviene recordar que el holandés, que no contaba con el lesionado Ronaldinho, situó a Xavi en la posición habitual del "crack" brasileño y empleó a Cocú como defensa central y a Márquez como centrocampista. A Luis Enrique no le dio ni agua. Nunca sabremos si el Villarreal ganó aquel partido por los errores de Rijkaard, probablemente fuera injusto afirmarlo de esa forma. Pero yo creo que, al decirlo así, Rijkaard, al contrario de lo que puedan pensar muchos compañeros suyos de gremio, se gana el respeto de sus futbolistas y demuestra de paso una firme personalidad. "¡Olé!" para el holandés.

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