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Para mí el mejor deportista de toda la historia ha sido Mohamed Alí. No sólo porque fuera un ciclón sobre el ring (si preguntas a los especialistas mundiales, el estadounidense aparecerá siempre en las quinielas como uno de los tres grandes peso por peso), o por lo que supuso de innovación técnica –flotaba como una mariposa– en el mundo de las doce cuerdas; Alí, anteriormente conocido como Clay, introdujo el espectáculo en un deporte muy mal visto en determinados sectores sociales, y sobre todo fue un líder político para los suyos. No se limitó a pelear sino que tuvo ideas propias al respecto de casi todo y las expresó libremente en un momento muy complicado para su gente. Alí utilizó el deporte como catapulta y superó con creces el "título" de boxeador; aún hoy, aquejado de una enfermedad evidente para todo el mundo, el gran hombre sigue dando muestras de ese liderazgo al no esconderse, al negarse al aislamiento. Es un señor.

Hoy ya no quedan deportistas como Alí. En el boxeo el más cercano a él podría ser Julio César Chávez, y se esperaba mucho también del californiano Oscar de la Hoya. Ambos protagonizaron un combate histórico en México, una pelea que mezcló política, sentimientos y golpes a partes iguales (quien cuenta realmente bien esta historia es mi amigo Jaime Ugarte). El viernes reapareció en el MGM de Las Vegas el "chico de oro"; era la primera vez en varios meses que saltaba a un cuadrilatero, y lo hacía tras haber perdido aquel combate con el puertorriqueño Félix Trinidad. A Oscar le buscaron un "paquete" –Arturo Gatti– que, sin embargo, le dio más problemas de los que se esperaban en un principio. La pelea estaba prevista como lanzadera para que el americano se viera las caras con nuestro Javier Castillejo el próximo 9 de junio. Y De la Hoya se embolsó la nada despreciable cantidad de 5 millones de dólares.

Como Mohamed Alí, Oscar ha trascendido también el boxeo. Nadie duda que sea un púgil de una categoría excepcional (campeón mundial de los pesos superpluma, ligero, superligero y welter) pero es que además –dicen ellas– es guapo y canta bien; de hecho acaba de ser nominado a los Premios Grammy tras haber vendido más de medio millón de copias de su primer disco.

Entre alguno de los asientos del MGM estuvieron, seguro, Castillejo y su preparador, Ricardo Sánchez Atocha. Javi le tiene ganas a Oscar, y el madrileño me merece más respeto que Poli Díaz. Hace algunos años, y con motivo de una pelea de Whitaker en el Palacio de los Deportes, al "potro de Vallecas" no se le ocurrió otra cosa que provocar al finísimo Pernell. Luego, con el título en juego, el americano le cosió la cara. Castillejo es más boxeador y también más silencioso. Esperaremos impacientes hasta junio porque el "chico de oro" ya está de nuevo entre nosotros.

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