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Espían a Joan Laporta. Dice Puyol (Carles, no Jordi) que le hubiera gustado oír al presidente del Fútbol Club Barcelona diciendo que él no estaba en venta. Fácil. El defensa sólo tenía que haberse conectado con la emisora pirata que alguien se tomó la molestia de instalar en la sala de juntas y tres despachos de directivos y... ¿quién sabe? Quizá sí lo dijo Laporta, aunque no lo sepa el jugador. Los Mossos realizaron un registro, a petición de los directivos entrantes, justo antes de que se llevara a cabo la primera reunión de la nueva junta salida de las elecciones. ¡Bingo!... Que se sepa, porque los "hombres del presidente" han querido ser muy cautos al respecto, hallaron cuatro micrófonos estratégicamente situados. Rosell, Beguiristain y compañía estaban maravillados porque lo que comentaban en privado por la noche se sabía, de "pe" a "pa", justo a la mañana siguiente. Ya tenemos servido el "Watergate culé".

Espían a Joan Laporta, pero ¿por qué?... No hace falta ser Sherlock Holmes para darse cuenta de la importancia futbolística, económica y política que tiene el Barcelona en toda Cataluña. Laporta es un hombre muy próximo a Convergència, un nuevo presidente, un hombre provocativamente joven que accedió al cargo realizando propuestas innovadoras. Que yo sepa, Laporta no amenazó nunca a lo largo de la campaña electoral con "tirar de la manta" pero también estaba muy claro que no iba a ocultar la situación que se encontrara al llegar al club. Y, por lo que parece, el panorama es realmente dramático.

El fútbol está lleno de estas casposas historias de amor, odio y mucho miedo, pánico a lo que pueda decir el otro. Un ex presidente de un importante club de fútbol español me dijo, tras suceder al que había sido su propio presidente y amigo durante muchos años, lo siguiente: "lo primero que he hecho ha sido desinfectar el despacho con zotal". En el fútbol se mueven millones de euros, se compran voluntades y se negocian influencias. ¿A alguien le ha extrañado lo que ha ocurrido ahora con el Barcelona? A mí, no. No habrá sido esta la primera vez y seguro que tampoco será la última.

Aunque Laporta haya querido pasar inteligentemente de página lo cierto es que la policía no puede hacerlo. Si había micrófonos, alguien tuvo que colocarlos. Aunque Laporta no quiera "armar jaleo" sería muy bueno para el propio Barcelona saber quién y con qué objeto quería escuchar lo que allí se tenía que decir. Siempre hay una madeja. Supongo que alguien acabará tirando de ella. Sólo hay que encontrar al "garganta profunda" de turno.


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